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VIRGINIA POSTREL, EL TEJIDO DE LA CIVILIZACIÓN. CÓMO LOS TEXTILES DIERON FORMA AL MUNDO, MADRID, SIRUELA, 2021

Joaquín Lanza*

Universidad Nacional de Rosario

lanzajoa@hotmail.com

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ἰδοῦ δ’ ὕφασμα τοῦτο, σῆς ἔργον χερός,

σπάθης τε πληγὰς ἠδὲ θήρειον γραφήν.

Mira este tejido, obra de tu mano,

las marcas del telar y el bordado de las bestias.

Esquilo, Las coéforas, vv. 231-232

En estos versos de la tragedia esquilea, de los que ofrecemos una traducción propia, se produce la anagnórisis entre los hijos de Agamenón, por largo tiempo separados. El reconocimiento tiene lugar gracias a la ayuda de dos elementos, señalados por Orestes a Electra: un mechón de cabello del joven, depositado como ofrenda sobre la tumba de su padre, y una túnica finamente bordada, tejida por la propia Electra para su hermano. El tejido deja de ser entonces un mero textil para volverse identidad, historia y recuerdo. Es, a la vez, el eco de un pasado lejano, la encarnación del reencuentro presente y la unión fraternal frente al incierto futuro. Sobre esta potencia de los textiles, verdaderos símbolos de nuestra humanidad, versa El tejido de la civilización.

The Fabric of Civilization. How Textiles Made the World, último libro de la periodista y escritora estadounidense Virginia Postrel, fue publicado a fines de 2020 por la editorial neoyorkina Basic Books, y en octubre de 2021 Siruela publicó la primera traducción al español, realizada por Lorenzo Luengo, dentro de su colección “Biblioteca de ensayo”. Tal como lo indica su título, Postrel se propone indagar el derrotero de los textiles desde los más remotos tiempos de la humanidad hasta el presente y analizar sus proyecciones hacia el futuro, con el objetivo de demostrar que, en efecto, estos han moldeado nuestro mundo. En el título de la publicación española, como suele suceder en la tarea de traducción, se pierde la polisemia de la lengua original: fabric es “tela” y “tejido”, pero también es “material” y “estructura”. De esta manera, la historia de los textiles es, a los ojos de la autora, “una historia de arte y de ciencia, de mujeres y hombres, de serendipias y planificaciones, de comercios pacíficos y guerras salvajes. Es, en resumen, la historia de la propia humanidad: una historia global, situada en todo tiempo y lugar” (p. 16).

Fiel a su profesión, la escritura de Postrel nunca deja de ser periodística. Recorre tiempos, regiones, continentes, disciplinas, técnicas, saberes y curiosidades, con la agilidad y el asombro propios del viajero. Así, como Heródoto, la autora escribe historíai, verdaderas investigaciones sobre el gran entramado de los textiles. Estructuralmente, además del prefacio “El tejido de la civilización”, el libro consta de siete capítulos divididos en dos grandes ejes. Los cuatro primeros se centran en componentes de la materia textil: “Fibra”, “Hilo”, “Tela” y “Tinte”, mientras que los últimos tres versan sobre los actores vinculados con ella: “Comerciantes”, “Consumidores” e “Innovadores”, todos ellos acompañados de imágenes y, en ocasiones, de algunas tablas y gráficos. La obra se cierra con el epílogo “¿Por qué los textiles?”, e incluye al final un glosario de términos textiles mencionados, notas por capítulo y un índice onomástico. Aunque se trata en esencia de una obra de divulgación, el vocabulario especializado y el abordaje científico de ciertos procesos y técnicas puede producir una lectura por momentos densa para los no avezados en este campo. No obstante, el lector puede poner en valor la dificultad a la que es sometido cuando descubre que la escritura de Postrel no solo parte de una labor periodística –a través de bibliografía, entrevistas a especialistas y visitas guiadas–, sino también de la propia experimentación. La dimensión del cuerpo recorre toda la obra de la autora, quien pregunta, observa e investiga, pero también teje, borda y tiñe. A propósito de un taller de hilatura con fusayola, afirma: “dedicándole seis horas de trabajo y con la generosa ayuda de otra persona, conseguí producir unos nueve metros de una lana irregular de dos cabos” (p. 62).

No es casual que la palabra “texto” tenga su origen en el verbo latino texere (“tejer”), con una raíz indoeuropea presente en el vocablo griego tékhnе̄ (“arte”, “habilidad”, “oficio”), como tampoco es casual que los griegos emplearan la misma palabra para dos de sus tecnologías más importantes: “llamaban histós tanto a los telares como al mástil de los barcos” (p. 15). De esta forma, para los apasionados por el mundo antiguo, las primeras páginas anticipan ya los múltiples relatos y retales sobre Grecia y Roma que se desplegarán en la obra. La autora establece que, en tanto práctica celebrada en la liturgia y el arte, el tejido impregnaba la sociedad griega en su totalidad. Lo hallamos en el sudario tejido por la Penélope homérica, en la tejedora como metáfora del gobernante ideal en el Político de Platón, en la confección del peplo de Palas para las Fiestas Panateneas (p. 101-102), incluso en la aventurada –pero no improbable– relación entre los textiles y la aritmética de los Elementos de Euclides: “aunque sea especulación, es razonable imaginar que los primeros matemáticos griegos sabían lo suficiente sobre la tejeduría como para verse inspirados por sus operaciones lógicas” (p. 103). Asimismo, se encuentra presente en la asociación entre el canto, el mito y el recuento de hilos de las tejedoras griegas: “En la Odisea, Circe y Calipso cantan mientras tejen; escuchando su canto, Polites sabe que Circe está ante su telar incluso antes de verla” (p. 105). Y, como la ironía y el humor también son compañeros de nuestro viaje junto a Postrel, ante la pregunta de por qué una simple prenda como una toga sin ornamentos era un símbolo de estatus para un romano, descubrimos que la cantidad de tela necesaria para confeccionarla era un lujo en sí mismo: “la toga romana estaba más cerca de tener el tamaño de una habitación que de una sábana, unos veinte metros cuadrados” (p. 67).

Este gran ensayo sobre los textiles atraviesa múltiples disciplinas: las artes, las ciencias, las literaturas y las lenguas. Por mencionar solo algunos ejemplos, a principios del 1800, la investigación del italiano Agostino Bassi para descubrir la causa del calcino, enfermedad que mataba a los gusanos de la seda, se adelantó a la teoría de la enfermedad por gérmenes de Pasteur y Koch (p. 43-47). Datados en 1529, los retratos de una joven pareja por Maarten van Heemskerck, expuestos en el Rijksmuseum, reflejan la importancia de la industria textil en la sociedad moderna, en donde la rueca que la esposa sujeta por el mango es, a la mirada de la escritora, tan real y necesaria como el libro de contabilidad que sostiene el marido (p. 57-59). Y cuatro mil años antes de nuestra era, una airada tejedora de Aššur, que enviaba telas a su marido expatriado en Kanesh para que este las vendiera, le escribió una carta; hallada en una tablilla cuneiforme, se trata del registro más antiguo del comercio a larga distancia (p. 176-181).

Si, como sostiene el epílogo del libro, padecemos de “amnesia textil” porque disfrutamos de los textiles en abundancia, al punto de haber olvidado la herencia humana que nos trajo hasta aquí y que nos hizo lo que somos (p. 286), cada capítulo de la obra de Postrel funciona como recordatorio de que los textiles son inherentes a nuestra propia humanidad: “Los seres humanos comparten la necesidad de sentirse protegidos, el apetito del estatus y el placer de ponerse adornos. Somos creadores de herramientas, animales que resuelven problemas, criaturas sociales y sensoriales. Las telas encarnan todas estas características” (p. 287). A modo de conclusión, podríamos afirmar que, como en Las coéforas de Esquilo, en El tejido de la civilización también se produce una anagnórisis: en los textiles reconocemos a nuestros hermanos, y en ellos nos reconocemos a nosotros mismos. Al igual que la túnica bordada por Electra, estos textiles han dejado de ser meramente tales para volverse identidad, historia y recuerdo. Son ahora pasado, presente y futuro.

*Joaquín Lanza es Profesor y Licenciado en Letras con Orientación en Lenguas y Literaturas Clásicas, egresado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y Doctorando en Literatura y Estudios Críticos (UNR) con un proyecto de tesis centrado en la relación entre los atuendos femeninos, la retórica, la venganza y la muerte en las tragedias de Eurípides. En la misma Facultad, es docente en la cátedra Lengua Griega I y miembro del Centro de Estudios de Filología Clásica “Lena R. Balzaretti”. Se desempeña también como docente en nivel medio. Ha participado como expositor en diferentes encuentros académicos y es autor de publicaciones en revistas especializadas.

Recibida: 08/07/2024 - Aceptada: 18/07/2024