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https://doi.org/10.30972/clt.257915
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales
juanennis@conicet.gov.ar
Albert-Ludwigs-Universität Freiburg in Breisgau
stefan.pfaender@uni-freiburg.de
Recibido: 15/12/2024 - Aceptado: 30/12/2024
Resumen
El presente trabajo se propone ofrecer algunas coordenadas iniciales para un proyecto más amplio en torno al examen crítico de la figura del informante tal como aparece en diversas instancias de la historia de la lingüística sobre todo en América del Sur, en un período que en principio abarca desde finales del siglo XIX hasta avanzado el siglo XX. La dinámica del lenguaje que se propone observar aquí es la de su construcción como objeto de conocimiento a través de la producción de un discurso reconocido como científico y por lo tanto autorizado como tal. Este discurso, se observa, contribuye a producir una representación sobre la realidad empírica de su objeto, que puede resultar a su vez en una intervención directa en el mismo, en su producción discursiva como artefacto político.
Palabras clave: historia de la lingüística; América Latina; informante; archivo; Rodolfo Lenz
Abstract
This paper aims to offer some initial coordinates for a broader project on the critical examination of the figure of the informant as it appears in various instances of the history of linguistics, especially in South America, in a period that initially spans from the late nineteenth century to the late twentieth century. The dynamics of language that we propose to observe here is that of its construction as an object of knowledge through the production of a discourse authorized by its scientific condition, which strives to produce a representation of the empirical reality of its object, which may in turn result in a direct intervention in it, once again, as a discursively produced political artifact.
Keywords: history of linguistics; Latin America; informant; archive; Rudolf Lenz
1. El informante plurilingüe en los comienzos de la lingüística sudamericana: porque “no todos los sujetos del pueblo servían para dar cuenta de su cultura”
En uno de los primeros ensayos de referencia para la sistematización de una historia de los estudios lingüísticos en Hispanoamérica, Guillermo Guitarte destacaba el hecho de que fueran “enormes esfuerzos individuales” más que una amplia corriente los que impulsan la incorporación de la región “a una de las grandes disciplinas del estudio del hombre”. De este modo, insistía en la necesidad de referirse más a “personalidades aisladas” que a escuelas, destacando en ese sentido “a sus dos más grandes figuras: Rufino José Cuervo y Rodolfo Lenz” (Guitarte, 1965, p. 231). Estos dos nombres resaltaban asimismo (junto a los de Bello y Federico Hanssen) entre los cuatro a los que, según Eugenio Coseriu, en la misma época, se reducía la tradición científica de la lingüística hispanoamericana (Coseriu, 1977, p. 269). En efecto, es a través de la incorporación como profesor de idiomas de Rodolfo Lenz al plantel docente fundacional del Instituto Pedagógico en Santiago de Chile que se radicará en el continente en 1890 el primer lingüista formado, que se ocupará tanto del estudio sistemático del español hablado en el país, como también del mapudungun (que él llamaba aún “araucano”) y las relaciones de contacto entre ambas lenguas.1
La novedad residía tanto en el marco teórico que Lenz traía consigo como en sus métodos de trabajo. En carta del 20 de julio de 1896, Lenz explicaba al autor de las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano los motivos para la demora de su respuesta postal en sus diversas actividades, entre las que contaba el viaje veraniego al campo: “El mes de febrero lo pasé entre mis queridos indios i tuve la suerte de descubrir toda una rica literatura nacional de la cual nadie jamás había ni sospechado la existencia” (Lenz a Cuervo, en Schütz, 1976, p. 542). Así, del mismo modo que instaba desde fecha temprana la necesidad del estudio de la “lengua vulgar” del país como “tarea patriótica” (Lenz, 1894), destacaba en la introducción a las primeras compilaciones de sus copiosos estudios sobre el tema la necesidad de realizar un estudio de las lenguas indígenas de Chile basados en “investigaciones exactas modernas que estén en armonía con los adelantos actuales de la lingüística” (Lenz, 1895-1897, p. iv), puesto que el conocimiento disponible se basaba en los escritos de “padres misioneros” condicionados por la finalidad extracientífica de su labor. Esas investigaciones precisaban en primer lugar “recojer materiales fidedignos del lenguaje de los indios de hoi” (Lenz, 1895-1897, p. v), para lo cual su autor formulaba detenidamente un método de trabajo, que no reproduciremos aquí en detalle, pero principiaba del siguiente modo:
Ahora bien, para obtener una base segura he creído indispensable prescindir por un momento de todo lo que nos enseñan las obras de los misioneros i recojer materiales orijinales. Para esto hai por ahora un solo método practicable. Como apénas habrá indíjena alguno que sepa escribir su propio idioma, aunque no faltan quienes saben leer i escribir en español, hai que recurrir a la trascripcion fonética de dictados hechos por indios intelijentes. (Lenz, 1895-1897, p. viii)
En esta imagen del “indio inteligente”, Ruiz Figueroa (2020, p. 149) identifica un “ideologema que suponía que no todos los sujetos del pueblo servían para dar cuenta de su cultura, sino los sujetos que manejaban el idioma mapuche y el castellano”. Este ideologema completa su expresión con la imagen opuesta, de un informante “intratable”, que es sobre todo aquel que “se aferra a sus tradiciones ancestrales y al sistema de valores que garantiza su pervivencia” (Ruiz Figueroa, 2020, p. 150). La historia de los colaboradores en la larga trayectoria de Lenz como especialista pionero en los estudios del mapudungun y sus relaciones de contacto con el español de Chile será uno de los aspectos en los que esta investigación, cuyos trazos iniciales quisiéramos presentar aquí, procurará detenerse en su ulterior desarrollo. Pero antes de ingresar en detalle a esa zona del corpus, quisiéramos detenernos en otra, que concierne al mismo autor.
Cuando luego de tres décadas en Chile, tras su incorporación en la última década del siglo XIX al plantel docente fundacional del Instituto Pedagógico de Santiago, Lenz emprenda por primera vez el retorno temporal a Europa, con el fin de visitar a su familia y avanzar en sus investigaciones, dará en el camino con el que pasará a constituir el objeto de su última gran empresa lingüística publicada: la gramática del papiamento, lengua criolla de base ibérica hablada sobre todo en las islas ABC (Aruba, Bonaire y Curazao).
Como se ha observado en otras instancias (Pavez Ojeda, 2015; Ennis 2012, 2021), la del papiamento es una gramática con un héroe. Lenz presenta a Natividad Sillie, su único pero minucioso informante como “el héroe de estas páginas” (Lenz, 1927, p. 7), e incluye al comienzo del volumen uno de los retratos que este, el cocinero del buque que lo trasladaba hacia Europa, le proporcionara. La documentación de la lengua se realiza a partir de un periódico ejercicio a bordo. Todo lo que aparece sobre el papel contribuye a informar sobre el sujeto como productor de una lengua que se revelará, más adelante, sorprendentemente modélica: la biografía, las tradiciones de las que es depositario, la sensibilidad artística en la decoración.
Hablé con él alternativamente en castellano i en inglés, i me contestó en las dos lenguas con toda facilidad. Con los oficiales i sus compañeros hablaba ya holandés, ya papiamento, si eran de Curazao. Le dije que me interesaba por su lengua patria i le pedí, como durante la tarde apenas disponía de media hora libre i sabía escribir, que aprovechara su tiempo libre después de la comida en la noche para escribirme cartas en su idioma. Le pedí primero datos sobre su vida, enseguida cantos i cuentos populares que recordara. Nati me lo prometió i cumplió con su palabra. Cada mañana me entregaba lo que había apuntado en la noche anterior. Él mismo tomó cariño por el asunto, i a menudo adornaba las páginas, sobre todo cuando eran versos propios, con pequeños dibujos de flores que atestaban sentimiento i gusto artístico. (Lenz, 1927, p. 7-8)
Las cartas mencionadas, o al menos un buen número de ellas, se encuentran preservadas en el Fondo Lenz de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, que ha tenido la generosidad de permitirnos acceder a ellas. Allí puede constatarse tanto la combinación de una esmerada caligrafía con las ilustraciones mencionadas por el lingüista, como el minucioso registro de las actividades diarias correspondientes al intercambio con Sillie, que incluye también lo que aparenta ser cierta forma de remuneración. Así consigna en las páginas iniciales del libro la importancia de este registro: “debía ser de interés lingüístico particular obtener documentos escritos por el término medio del pueblo, que representaran el ‘lenguaje natural’. Este es, a mi entender, el mérito principal de los documentos que debo a la buena voluntad de mi negro Natividad Sillie” (Lenz, 1928, p. 10).
Figura 1. Carta de Natividad Sillie y notas de Lenz sobre el avance de su estudio del papiamento.
Fuente: Fondo Lenz, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago de Chile.2
También guarda registro fotográfico, volcado en la guarda frente a la portadilla del propio volumen, así como en los papeles de Lenz.
Figura 2. Retrato de Natividad Sillie y de los marineros del barco.
Fuente: Fondo Lenz, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, Santiago de Chile
El mecanismo de la solicitud de la carta, de la pregunta por determinados géneros asociados a la tradición popular, su posterior lectura y transcripción fonética, ponen en escena la complejidad de los dispositivos puestos en juego por el especialista para acceder a una fuente del habla original, popular, cuya autenticidad estuviera garantizada. Así lo transmite en carta a Hugo Schuchardt, la autoridad mundial en materia de lenguas criollas en el momento, con quien retoma el contacto al arribar a Europa, para consultarlo en la materia y avanzar en su investigación: “Creo que mis textos tienen un sentido porque se trata justamente de la lengua hablada y escrita por el negro sin influencia culta, de lo cual no se puede estar nunca seguro en el caso de las traducciones” (Lenz a Schuchardt, 25 de junio de 1921, citado en Mücke y Moreira de Sousa, 2020, p. 235).
Este dispositivo de lengua y tradición, sobre el que Lenz venía trabajando desde su llegada a Chile, y que había sido modelado en los comienzos de la disciplina sobre todo por los hermanos Grimm (aunque no sólo por ellos) ha sido analizado ya en trabajos anteriores (Ennis, 2016a) como parte esencial de una economía de la lengua y la tradición que encuentra su expresión en trabajos como aquellos dedicados al estudio de las “consejas chilenas” (Lenz, 1911). Como se observaba allí también, en 1912, a pedido del director del Servicio Sismológico, Lenz realiza una breve investigación, publicada también en los Anales, sobre las “Tradiciones e ideas de los araucanos acerca de los terremotos”. Allí da cuenta nuevamente de la autoridad obtenida en el terreno, como mediador autorizado no solo entre la tradición y la cultura letrada, entre lengua y lengua, sino también entre el pasado y el presente: es quien puede operar el deslinde entre las observaciones válidas e inválidas de los cronistas, y quien hace solo veinte años ha abierto este campo a la “investigación moderna i directa”, siendo uno de los pocos “que se han dado la molestia de aprender prácticamente la lengua del indio, que es la llave de su alma” (Lenz, 1912, p. 754).
2. Legitimidad y autoridad epistémicas: prácticas sociales y discursivas de la producción del dato auténtico
La pregunta por la autenticidad de la lengua y la tradición con la que se identifica a su sujeto, el pueblo, es la que, de acuerdo con Bauman y Briggs (2003), recorre la tradición de la indagación y producción letrada del otro popular desde Herder hasta los hermanos Grimm, en una línea que supo proporcionar un modelo duradero para las humanidades en general y la lingüística en particular. De acuerdo con los autores mencionados, los hermanos Grimm habían dado continuidad a la reversión por parte de Johann G. Herder del valor asignado por la cultura dominante a la dicotomía tradición/modernidad a través de su puesta en valor de la Naturpoesie depositada en el pueblo. Lo habían hecho sosteniendo con su obra la necesidad de recuperar una tradición indispensable (y a su vez amenazada por el avance de la modernidad) para cimentar la cohesión, fortaleza y continuidad de un pueblo para la construcción de proyectos de estado-nación modernos. Esto asignaba a su vez un rol esencial al mediador entre los depositarios de esa tradición y la sociedad burguesa moderna que debía reconectarse con ella a través del impreso:
The Grimms thus elevated themselves to expert status and constructed their mode of knowledge production as of key political and social and well as scientific importance by claiming authority over the conversion of memory into texts. [...] But if, one might say, the German people constituted a textual nation, how could texts become a scarce resource and the object of individual claims to authority? Here the Gri5mms departed from the model that Herder set forth in the Volkslieder by locating collection and editing skills as a scientific specialty. (Bauman y Briggs, 2003, p. 206)
Así, los Grimm habrían dado forma a un modelo de estabilidad y fidelidad textual para la transmisión de la tradición popular vernácula, asociado con frecuencia a una noción de autenticidad (Echtheit) (Bauman y Briggs, 2003, p. 207), evidentemente emparentada asimismo con los protocolos de la tradición filológica cuyos procedimientos ellos mismos habían sabido trasladar al corpus vernáculo de la tradición literaria del alemán en los diferentes estratos de su historia, que ellos mismos a la sazón ordenaban y codificaban. Otra observación importante en Voices of Modernity con respecto a la relación de los Grimm con sus informantes es aquella que surge del relevamiento de las críticas con respecto al limitado número de áreas geográficas en las que recogían su material, así como la extracción burguesa y la condición alfabetizada o culta de la mayoría de las familias que podían proveerlo, esto es, de las observaciones sobre la distancia entre estos testimonios y la supuesta pureza, originalidad o verdad del origen popular iletrado que les sería propio (“el único alimento literario de toda la jente sencilla, que no lee diarios, porque no sabe leer”, diría Lenz de la conseja; 1911, p. 687). Sin embargo, como aciertan en subrayar Bauman y Briggs (2003, p. 213), tanto críticos como detractores del proceder de los Grimm comparten sus potentes presupuestos modernistas con respecto a los textos, esto es:
that there is a natural and authentic mode of transmission associated with traditional knowledge, that printed collections can mirror this process in some fashion, and that the authenticity and legitimacy of published narratives can be assessed in this way. Textual ideologies and metadiscursive practices thereby reproduce imaginations of tradition, modernity, the border that separates them, and how people and cultural forms can (or cannot) cross it. (Bauman y Briggs, 2003, p. 213)
En la boca del informante popular habla la tradición. Al contrario de lo que sucede con el autor culto que produce y firma conscientemente, el informante transmite, en forma y contenido, una tradición que lo excede (Bauman y Briggs, 2003, p. 218). Intervenciones fundamentales, como la Antrittsvorlesung de Hugo Schuchardt en 1870 ponían en el centro esta retórica de la autenticidad para describir los sitios ideales de la investigación del continuum dialectal de la Romania (Schuchardt, 2021 [1900]; Pagel, 2021).
Puesto que, naturalmente, se trata de la lengua popular, y debemos mantenernos lo más alejados que se pueda de extranjeros y locales ilustrados, y daremos forma a nuestro itinerario de acuerdo con esto: viajamos a pie, o en mula, rodeamos las grandes ciudades, no tomamos la ruta más corta sino la que nos lleva a través de muchos puntos de descanso próximos entre sí, y visitamos las Osterie más ínfimas, para tomar nuestra foglietta de vino de la tierra en la sociedad menos selecta. (Schuchardt, 2021, p. 6-7)
En este sentido, puede constatarse la persistencia de una serie de representaciones en los estudios etnológicos y dialectológicos asociadas a las condiciones ideales para obtener un material de estudio fiable, cuya autenticidad diera cuenta de una realidad intocada sobre todo por aquella cultura que viene a representar el agente científico que está buscando esa información: “The best informant was understood to be an elderly person, as far removed from the modern present as possible” (Heller y McElhinny, 2017, p. 118).
Tanto las investigaciones tempranas de los hermanos Grimm, como las de los primeros lingüistas y filólogos que comienzan a construir una representación acorde a los dispositivos de conocimiento desarrollados bajo ese nombre sobre el próximo y a la vez lejano Este de Europa (Ennis, 2017), o en el extremo sur del continente americano integran en un entramado que siempre es narrativo la figura de un informante, de un objeto de estudio al que debe extraérsele un secreto, hacer legible su lengua y su cultura para sus destinatarios, para el lenguaje específico del mundo académico y el mercado editorial del Norte global que les es contemporáneo. Este modelo prevalece aún en los inicios de la antropología americana, en el trabajo de Franz Boas, tal como lo analizan, entre otros, Heller y McElhinny, al observar el lugar del informante en un trabajo que se concebía atenazado por la inminente desaparición de las lenguas y culturas que tomaba por objeto:
Indigenous people were not seen as reliable, or even necessary, for understanding the meaning of narratives, but they were understood as crucial to their collection. For his work on Indigenous languages, Boas trained as many Indigenous informants as he could find who knew both Indigenous languages and English, and had sufficient literacy skills to work with him. (Heller y McElhinny, 2017, p. 86)
Estas autoras se hacen eco del trabajo de Bauman y Briggs ya mencionado al dar cuenta del modo en el cual los informantes de Boas transformaban el material obtenido “into the kinds of objects Boas considered data” (ibíd.), incluyendo la eventual “tradicionalización” de su forma.
Se conoce que, formado en la lingüística indoeuropea en general, y romance en particular de su época en Alemania, cuando Lenz arriba a Chile y comienza sus trabajos en el terreno de las lenguas americanas, contacta al propio Boas como especialista en la materia para obtener orientación y bibliografía. Como hemos observado en el análisis del epistolario entre ambos, Lenz celebraba en carta del 16 de septiembre de 1896 haber coincidido en el modo de abordar su objeto, sin escapársele la matriz común: “el método filológico es siempre el mismo, no importa el material al que se aplique” (Ennis y Soltmann, 2024).
3. Las condiciones materiales de la autoridad epistémica: el “informante inteligente”
El 24 de agosto de 1965, María Beatriz Fontanella de Weinberg envía una carta a su maestro Guillermo Guitarte, ya radicado entonces en los Estados Unidos, en la que –como haría en casi toda la correspondencia de esos años con aquel a quien reconocía como su maestro– da cuenta de los avances de su formación como lingüista. Quien décadas después destacaría como una de las introductoras de la sociolingüística en el ámbito de habla hispana, autora de uno de los manuales de referencia sobre el español en América (Fontanella de Weinberg, 1994), destacaba entre sus actividades formativas la colaboración con Jorge Suárez y Emma Gregores, figuras centrales en el estudio de las lenguas indígenas en Argentina (Fernández Garay y Hernández, 2006), en el marco de un plan presentado en la Universidad Nacional del Sur para un estudio de gran alcance en Patagonia:
Como complemento del plan Emita y Suárez van a pedir dinero al CNICT para trabajar en tehuelche del Sur y, luego, si todo esto se hace, yo voy a hacer un estudio comparativo de Ona y tehuelche. El asunto es muy interesante, sobre todo la parte del ona, porque quedan sólo unos diez informantes vivos, todos alrededor de setenta años, de modo que si no nos apuramos se pierde. Ahora estoy esperando que el indio conteste y diga cuándo puede venir.3
La premura por la recolección de los datos acerca de lenguas en peligro es un rasgo recurrente de la investigación lingüística y antropológica en suelo americano desde finales del siglo XIX, en un impulso sintetizado en el “incendio etnológico” que Adolf Bastian invocaba en 1881 (Ennis y Soltmann, 2021, p. 313). En este caso, el relevamiento de las lenguas habladas en territorio argentino se encontraba, una vez más, ante lo perentorio de su tarea. El informante asignado vuelve a ser objeto de un comentario en una carta posterior, del 17 de octubre de 1965, y en ella se incorpora un matiz notable: la proximidad del posesivo. Allí dice:
Yo estoy esperando noticias de mi indio, a quien le escribieron hace más de dos meses y no ha contestado. Espero que no haya sufrido una pulmonía fatal el último invierno. El chiste preferido de Suárez es que, cuando finalmente dé señales de vida el indio, va a decir que ha sufrido una piorrea y perdió todos sus dientes. Como se imagina a mí no me hace mucha gracia. De todas maneras lo ideal es que pudiera venir ya para aprovechar lo que falta para terminar el año.
El 28 de marzo de 1966, vuelve a mencionarlo en una nueva carta. El posesivo –como en Lenz– se mantiene:
Mi indio ona no da señales de vida, de modo que tendré que tomar alguna resolución heroica como irme a Tierra del Fuego a localizarlo a él o a otro informante, y si se murieron todos dedicarme a otra cosa. Tengo bastantes ganas de pedir una beca, por supuesto no tengo nada concreto, pero pienso que tendría que ser a Estados Unidos. Otra alternativa sería irme un año a Buenos Aires a trabajar con los Suárez. Lo que me desespera es pensar en el segundo cuatrimestre en que Suárez no viene a Bahía y soy la única cristiana que se dedica a la lingüística por estos pagos. El aislamiento es el mal de nuestro país…
El argumento expuesto se construye sobre un contraste subyacente: la continuidad de una carrera científica posible en dos direcciones: la búsqueda heroica de los inciertos proveedores del dato empírico en el extremo sur, o el salto formativo, igualmente incierto, en el norte del continente. Entre ambos, el tópico del aislamiento definido a través de un término que lleva sedimentada en sí la tradición de la oposición entre el “desierto” bárbaro y la civilización blanca y urbana: “la única cristiana”.
En el mismo año de la primera carta mencionada, aparecía en la Canadian Journal of Linguistics un paper firmado por Ken Hale, entonces un joven lingüista radicado en Arizona, acerca de algunas cuestiones metodológicas en torno al uso de los informantes. Se trataba de una discusión clave sobre el modo de superar las limitaciones homogeneizantes de la elicitación léxica y acceder a un conocimiento más genuino a la intuición sintáctica del hablante (en este caso Albert Alvarez, el informante clave de la tesis doctoral de Hale, de 1959, sobre el Papago), y Hale subrayaba:
…the rules do succeed in reflecting a native speaker's knowledge that certain grammatical constructions in his language which have superficially different structures are related in some sense additional to the obvious one that they belong to the same language. And it is this intuition which, I claim, can be directly used in fieldwork with intelligent informants of any language. (Hale, 1965, p. 109)
Más allá de la larga vigencia de la designación del “informante inteligente”, cabe señalar que cuando en el primer volumen de Language in Society William Labov plantee una serie de principios metodológicos para la lingüística en el campo (que incluyen algunos principios y paradojas duraderos para la sociolingüística variacionista), recordará precisamente estos aspectos problemáticos de los procedimientos usuales hasta entonces:
The normal procedure is to transcribe texts –often traditional folklore– to elicit translations of sentences from bilingual informants, present minimal pairs and ask for ‘sames’ and ‘differents’. It would be idle to criticize these methods because they are limited; by such techniques, Boas and Sapir enriched tremendously the range of data available to a linguistic theory which had largely been based on texts and normative handbooks of a narrow group of European language families. Yet a calm view of our current field techniques should make it evident that this data is also normative, modified by conscious reflection and governed by cultural norms of right and wrong, good or bad language. (Labov, 1972, p. 103)
La discusión del rol del informante en la lingüística variacionista (y la precisión de la división del trabajo en este sentido, como aparece expuesta, por ejemplo en Allen, 1971) debería ser materia de esta investigación en otra, futura instancia.
4. Autoridades lingüísticas en América: hacia una arqueología de la figura del informante “indígena”
Las últimas décadas han visto desarrollarse un volumen creciente de investigación histórica de perspectiva crítica que toma por objeto a las ciencias mismas, y en particular a las ciencias sociales y las humanidades, como dispositivos de producción y circulación de conocimiento que desempeñan un rol crucial en la configuración del modo de ser de sus propios objetos (como, por ejemplo, las lenguas). Las condiciones técnicas de posibilidad brindadas por la revolución digital hicieron posible un verdadero giro archivístico (Caimari, 2020; Sánchez-Macedo, 2020; Tello, 2018), que comporta no solamente el “crecimiento exponencial de la base empírica disponible” (Caimari, 2017, p. 72) en estas áreas del conocimiento, sino también una conciencia cada vez más clara de su materialidad e historicidad intrínsecas. Estos movimientos, a la vez, tienen lugar en el marco de un giro decolonial (Mignolo, 2000; Maldonado-Torres y Cavooris, 2017), que implica una relectura de los procesos desde una perspectiva crítica que reconoce la imbricación y determinación mutua de los procesos histórico-económicos y culturales, esto es, sintéticamente, del lenguaje y la división del trabajo (Castro-Gómez y Grosfoguel, 2007, p. 17).
La línea de investigación desde la cual se propone trabajar aquí es la de la indagación en una historia política de la(s) lengua(s). Este enfoque, que encuentra un punto de referencia fundamental en la Political History of Spanish de José del Valle (2013), parte también de la consideración de “language as a political artifact … discursively constructed” (Del Valle, 2013, p. 21). La lengua, con el artículo definido y singular, como eje basal de los proyectos nacionales y coloniales de la Modernidad, es un artefacto político que se construye discursivamente a través de una serie amplia de prácticas e instrumentos que cuentan con una historia previa (gramáticas, diccionarios, ortologías, manuales escolares), pero que a partir del siglo XIX cuentan con una discursividad específica, investida de la autoridad de la ciencia moderna, y sostenida por el entramado institucional que le es propio. Proyectos como los de Bauman y Briggs (2003), Blommaert (2008, 2013), Errington (2008), Heller y McElhinny (2017), o Deumet y Storch (2020), han contribuido a desarrollar una historia de las ciencias del lenguaje atravesada por su rol en el proceso de expansión colonial (material, política, económica, cultural, epistémica) de las potencias occidentales. Al mismo tiempo, desde finales del siglo XX se han abierto fructíferas líneas de investigación desde distintos enclaves disciplinares y geopolíticos, entre los que cabe destacar en este caso el de la glotopolítica latinoamericana, impulsada principalmente por Elvira Arnoux y José del Valle (Arnoux, 2000, 2008; Del Valle, 2013; Arnoux y del Valle, 2010; Arnoux, del Valle y Duchêne, 2019). De todas formas, como plantean estudios recientes, queda mucho trabajo por hacer. Así lo establecen claramente Deumert, Storch y Shepherd al subrayar que si bien “the colonial history of linguistics (glossed here ‘colonial linguistics’) has become a topic of debate and critical engagement”, esto habría sucedido mayormente en espacios distantes del mainstream disciplinar. En consecuencia, las ciencias del lenguaje no incluyen aún entre sus prácticas habituales “to critically enquire into the continuities that emerged from this largely unquestioned history, to question the reliability of the sources it produced as images of reality, and to reflect on the appropriateness of its many methodologies in order to produce more sources for analysis” (Deumert, Storch y Shepherd, 2020, vii).
Uno de los núcleos del corpus a explorar es el de la labor científica de Rudolf Lenz, lingüista alemán nacido en Halle an der Saale y doctorado en Bonn en 1886 con una tesis sobre Physiologie und Geschichte der Palatalen, que en 1890 se traslada a Chile, donde permanecerá hasta su muerte en 1938. Uno de los primeros trabajos que Lenz publica en Chile es “La lingüística americana. Su historia i estado actual” (Lenz y Barros Arana, 1893), en el que realiza, para el público chileno, una introducción a la historia de la lingüística profesional como se había desarrollado sobre todo en Alemania a lo largo del siglo XIX, y una breve historia del estudio de las lenguas americanas a manos de los misioneros europeos. En esa descripción, Lenz y Barros Arana subrayaban la reducción de las lenguas americanas a la matriz gramatical latina codificada por el español Antonio de Nebrija, y la limitación de los vocabularios elicitados a la finalidad pastoral de su labor, así como la impericia para el registro de la diversidad fonética de esas lenguas como defectos perennes de esos valiosos antecedentes: “Los autores de esas gramáticas, no tenían sobre la lingüística otras nociones que las que habían adquirido en el estudio del latín; i al dar las reglas acerca de los idiomas americanos, los han ajustado rigorosamente al molde de la gramática latina” (Lenz y Barros Arana, 1893, p. 992). Esta lógica de reducción y su continuidad secularizada en aquella disciplina que estos autores pretendían introducir en ese acto, ha sido señalada por diversos estudiosos (Mignolo, 1995; Heller y McElhinny, 2017; entre otros), y sintéticamente expresada por Blommaert en la noción de artifactualisation:
the idea that language needs to be seen primarily as a limited collection of ordered forms – grammar – and of words – lexis. The assumption is, then, that modern linguistics has to find, identify and codify these things in ‘grammars’, ‘dictionaries’ and similar textual artifacts of scholarship [...] the target of learning becomes ‘a language’ when textual artifacts exist that allow such efforts”. (Blommaert, 2008, p. 291-292)
Si las ciencias del lenguaje venían a aportar un instrumental superador de las limitaciones verificables en estos repertorios, no por ello, como se ha visto, dejaría de producir un artefacto, esta vez un artefacto secular.
Ese en este sentido que aquí hablamos de una historia política de la lengua en singular: no para contribuir a la invisibilización de la diversidad lingüística en el territorio objeto de estudio (y en la vida humana en general), sino para poner en el centro de la discusión la relación entre la intervención metadiscursiva y el objeto en cuestión, cuyo efecto es el de la producción de una realidad específica –la de la cultura de la monoglosia (Del Valle y Gabriel-Stheeman, 2002) o la homo-hegemonía monolingüística (Derrida, 1996)–, un modo de ser del lenguaje (Foucault, 1966, p. 294), una regimentación de las prácticas lingüísticas de acuerdo a un orden descrito con acierto por Blommaert como moderno y modernista:
The practices of linguists are regimented, disciplined practices that, together, produce a “discourse” or “regime of truth” on language(s). The practices of linguists are, thus, productive practices, practices that create a particular reality of “language” – in general as well as in particular, they also create realities of languages. (Blommaert, 2013, p. 6)
Dentro de estas prácticas, la descripción de las variedades lingüísticas no estandarizadas constituye en sí un género con rasgos reconocibles, que otorgan verosimilitud a la construcción de una realidad lingüística, un constructo empírico que sirve como base a la producción de gramáticas de lenguas individuales e individualizadas. De lo que aquí se trata, entonces, es de tentar una aproximación inicial a una historia crítica, una arqueología centrada sobre todo en el contexto de los estudios lingüísticos en lenguas romance en América Latina, que toma como objeto primario de su indagación uno de los sostenes de la verosimilitud de la descripción lingüística de lenguas y variedades caracterizadas por su variedad, alteridad o exotismo (originales, puras, primitivas o desviantes): el (o la) portador(a) de la voz que enuncia esa otra lengua, esa otra cultura, el garante de la autenticidad del sostén empírico de la información provista. Esa información podía venir mediada por registros escritos, realizados por autoridades religiosas o seculares, pero en esa forma quedaba siempre bajo la sospecha de haber sido manipulada en función de los fines religiosos, políticos o educativos de los mediadores entre la oralidad de lenguas no escritas y el libro que procura registrarlas. El contacto del especialista con su informante, por el contrario, da un acceso directo a la lengua en su estado natural.
La figura del informante domina el escenario de todas las disciplinas integradas en los dispositivos del conocimiento que acompañan la expansión colonial del Norte europeo. Si, con Mignolo (1995), el lado oscuro e inescindible de la modernidad es la colonialidad, estos dispositivos de conocimiento no se revelan solamente como condicionados por esas circunstancias, sino como parte de ellas. Son parte de un “Colonial World”, para tomar la imagen de Errington (2008). En ese sentido, la figura del otro interno del pueblo iletrado encuentra su contraparte en la del otro externo de los pueblos remotos y exóticos que deben conocerse.
Como categoría colonial, esta figura del informante emerge paulatinamente con un modo preciso de conocimiento, que es el de la lingüística y la antropología modernas, inescindible de las condiciones en las que se da el surgimiento de estas disciplinas (nacionalismo/colonialismo). Si el paso de la gramática prescriptiva del bon usage a la descriptiva del uso común implica también la inclusión de un sujeto que aún debe producirse como destinatario de una transferencia de soberanía, la necesidad de escuchar a ese sujeto se iba a encontrar con la dificultad de que los dispositivos para hacerlo no estaban diseñados de acuerdo con su lenguaje.
The field is remade as a seemingly pure laboratory, and we attempt to make speech look like a reproducible event: creating the illusion that upon eliciting the same wordlist all over, the “informant” will always produce the same words, and more importantly, the same sounds. This seemingly allows us to justify our attempts to extract scientific ‘truth’ from an allegedly clean recording. (Nassenstein, Hollington y Storch, 2021)
En un espacio que, como recuerdan Deumert y Storch (2020, p. 5) ingresa en la percepción de la ciencia hegemónica como campo de estudio más que como lugar susceptible de desarrollar un campo científico, las formas incipientes de la disciplina (conectadas o no con los centros hegemónicos de su producción) encuentran en el habitante de ese campo al que se va a trabajar el potencial y muchas veces complejo sujeto/objeto del conocimiento que pretenden construir sobre la lengua y la cultura del lugar.
5. Conclusiones
Desde diversos puntos de vista, los condicionantes y protocolos debatidos y establecidos para la selección y posterior interacción con un/a informante implican una reflexión constante sobre los modos de producir una información legible a partir del intercambio con un otrx, así como sobre las características ideales de este sujeto (cuando se puede elegir) o los obstáculos que representa no contar con uno (cuando no se puede: una forma de la resistencia –lo ha demostrado Gasel, 2021– es el silencio). Esto implica una serie de condiciones relacionadas con el espacio en que se desarrolla la actividad, la biografía del informante, sus características físicas, etc. Como afirman Deumert y Storch:
Thus, while ‘the mouth’ of the other is the source of language, the linguistic expert is needed to make—through the exercise of logical analysis—this ordinary vernacular illustrious. And in deducing rules, linguists turn that which comes from ‘the mouth’ (the embodied experience of speech) into a system of rules. If necessary, linguists will even correct recorded forms so that these conform to these rules—the forest must not become a jungle. (2020, p. 12)
Al mismo tiempo, encontramos recientemente desarrollos legibles en términos de una reapropiación decolonial de la producción pretérita basada en este tipo de figuras. En este punto, la reivindicación crítica o editorial de los informantes como autores de los textos que los tenían a lo sumo como héroes se reproduce en los casos de Pascual Coña (Foote, 2005; Gänger, 2014), Manuel Manquilef (Ruiz Figueroa, 2020), y la larga lista de los informantes de Lehmann-Nitsche que lo relegan al lugar de editor en el volumen de Canio Llanquinao y Pozo Menares (2013).
Este proyecto tiene como propuesta abrir una línea de investigación que permita situar la figura del informante en la producción de conocimiento sobre las lenguas de América del Sur, comenzando por un corpus restringido en el período propuesto, pero que permita abrir un camino para una investigación más amplia, profunda y diversificada. Esta instancia inicial estaría dada por las primeras formas de contacto e intercambio entre el conocimiento científico de las lenguas del mundo tal como era producido y legitimado en Europa –sobre todo en la Europa germanoparlante– y Estados Unidos y los estados en proceso de formación y organización en el sur de América, con el afán de perseguir un recorrido que permita, por otra parte, integrar líneas de investigación convergentes, abocadas al estudio de la circulación del conocimiento lingüístico y etnológico entre el Sur de América y el Norte global (Europa –especialmente Alemania– y EE. UU.), a partir del examen de materiales no solamente bibliográficos, sino de archivo hemerográfico y epistolar. Este último material se revela especialmente productivo, justamente porque es en esos intercambios privados que se encuentra el trasfondo de muchas decisiones epistemológicas.
La propuesta en este caso, consistiría en realizar un análisis focalizado en casos puntuales, en primera instancia, principalmente en torno a la figura del informante como aparece en este mismo terreno ya conocido de la producción de conocimiento sobre lenguas y culturas de la región (Lenz, Lehmann-Nitsche, Boas), para sobre esa base poder plantear la posibilidad de un recorrido más amplio, que nos permita reconstruir un mapa de esas voces prestadas a la ciencia, muchas veces comprometidas con la supervivencia de su propia cultura, aun al costo de reducirla a un producto (la lengua) ya diverso, pero que aún podía guardar una familiaridad y dejar una huella en el futuro. El escenario en el que se sitúa esta figura del informante es, aún, el de la contact zone (Pratt, 1992), en la que los agentes de las disciplinas en cuestión (lingüística, etnología, estudios del folklore, antropología) exploran las fronteras de su conocimiento (en términos geográficos, empíricos, pero en muchos casos también epistemológicos) y entran en diálogo con otro al que se considera, en primer lugar, al borde de la desaparición (Dippie, 1991; Hill, 2009), portador de un conocimiento de otro modo perdido, que debe ser recuperado para la humanidad por el especialista, ya que no solamente informa sobre un modo posible de la lengua y la cultura humanas, sino que también aporta información plausible sobre las formas pasadas de la propia lengua y cultura (lo que en otra parte hemos llamado “archivo filogenético de lo mismo” –Ennis, 2016b, p. 22–, y Johannes Fabian, 1983 denial of coevalness). Disciplinariamente, el foco está puesto en la lingüística, que es el área de nuestra especialidad. Sin embargo, el tipo de objeto de investigación y las características de la disciplina y el campo en el período objeto de examen hacen imposible no tomar también en consideración los desarrollos de disciplinas en diálogo constante con las ciencias del lenguaje, como la etnología, antropología, estudios del folklore, e incluso estudios literarios.
La dinámica del lenguaje que se propone observar aquí, y para la cual este trabajo pretende ofrecer algunas trazas iniciales, es la de su construcción como objeto de conocimiento a través de la producción de un discurso autorizado por su condición de científico, que pugna por producir una representación sobre la realidad empírica de su objeto, que puede resultar a su vez en una intervención directa en el mismo, una vez más, como artefacto político producido discursivamente. Esta indagación deberá entonces responder, a la pregunta por la posibilidad de una caracterización común, una suerte de tipología de la presentación y representación del informante, con sus continuidades e inflexiones a lo largo de la historia. A la pregunta necesariamente derivada de este, por los principios y parámetros que orientan la búsqueda, aquello que hace de un individuo un informante puede responderse a priori con la recurrencia de rasgos como inteligencia, físicos específicos como la dentadura, la apertura al experto pero al mismo tiempo la baja exposición a la cultura del experto (o no, esto varía según el caso), pero es algo que deberá auscultarse con mayor rigor y precisión en la exploración de un corpus más amplio.
Así, proponemos ensayar una historia del/ de la informante, indagando en –o antes bien construyendo– su archivo en los textos pioneros de la lingüística americana (especialmente sudamericana), incluyendo a la antropología y otras ciencias afines cuando entran en diálogo con ella, en un período que en principio desde finales del siglo XIX hasta avanzado el siglo XX. Con esta serie de preguntas, por último, no se pretende solamente ensayar la arqueología de la figura del informante, a la vez que una exploración de la historia de la lingüística (y disciplinas linderas) como forma de conocimiento colonial, sino que con ellas posiblemente pueda contribuirse a la discusión de nuestras prácticas en el presente.
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*Juan Antonio Ennis se desempeña como profesor titular en la cátedra de Filología Hispánica en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y como Investigador en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (UNLP-CONICET), del cual es actualmente es director. Ha sido profesor invitado en las universidades de Halle y Freiburg (Alemania), fellow del Freiburg Institute for Advanced Studies y del programa Georg Forster de la Alexander-von-Humboldt-Stiftung. Lleva adelante investigaciones en el terreno de la historia de la lingüística y la glotopolítica, con especial foco en el ámbito hispanohablante entre el siglo XIX y comienzos del XX, y en el desarrollo de la lingüística en lengua alemana en el siglo XIX.
**Stefan Pfänder es Catedrático de Lingüística Románica y General en la Universidad de Friburgo, enseña actualmente a estudiantes de grado y posgrado y realiza investigaciones sobre lenguas románicas y alemán. Su investigación lingüística se caracteriza cada vez más por la idea de que el lenguaje debe estudiarse en su hábitat natural, es decir, en el contexto de la interacción social y, a menudo, corporal. La investigación de Pfänder se centra en el análisis de la interacción multimodal a lo largo de la vida, la variación y el cambio lingüístico, el contacto entre lenguas y las lenguas criollas. También es director del Proyecto de Investigación suizo-alemán “Decir lo indecible” sobre testimonios de sobrevivientes del Holocausto. En sus investigaciones, intenta abordar desde una perspectiva decolonial crítica la comprensión de categorías como “lengua” y “hablante”, con especial atención recientemente al debate sobre las ideologías del lenguaje corporal.
Una completa y actualizada exposición de la trayectoria de Lenz puede encontrarse en el trabajo de Rojas (2024).↩︎
Los autores agradecen a las autoridades de la UMCE por la posibilidad de utilizar este material, y especialmente a la prof. María Victoria Polanco por su generosa colaboración en las gestiones para acceder a las mismas, así como al prof. René Zúñiga, responsable del Fondo Lenz.↩︎
Las cartas se encuentran conservadas en la Burns Library Archival Collections del Boston College (Guitarte, 1962-2000) y el acceso a las mismas ha sido obtenido en el marco de una investigación relacionada con la presente, a través de las colegas Lucila Santomero y María Sol Pérez Corti. Agradecemos la generosidad del Boston College para facilitar el acceso de la investigación a tan valiosas fuentes.↩︎