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https://doi.org/10.30972/clt.268270

CLRELyL 26 (2025). ISSN 2684-0499


“TODO POEMA CONVOCA A ASAMBLEA PERMANENTE”. FORMAS DE LO POLÍTICO EN LUCES QUE A LO LEJOS (2008) Y LA ACADEMIA DE PIATOCK (2008) DE ALBERTO SZPUNBERG

“Every Poem calls for a Permanent Assembly”. Ways of the political in Luces que a lo lejos (2008) and La academia de Piatock (2008) by Alberto Szpunberg

María Luján Travela*

Universidad Nacional de La Plata / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

m.lujan.travela@gmail.com

Recibido: 21/12/2024 - Aceptado: 04/03/2025

Resumen

Szpunberg (1940-2020) es un poeta argentino vinculado a la lucha armada de los sesentas y setentas. Tras la aparición del poemario Traslados en el año 2004, es posible identificar una nueva modalidad de esta mirada particular de la poesía, que el mismo autor hace explícita en años posteriores al proclamar la necesidad de una asamblea permanente de poetas para actualizar la premisa de “cambiar la vida” desde la escritura. Su poética se configura como lo que Butler (2017) denomina un punto de reunión, en donde cada poema da lugar a una dimensión colectiva de la performatividad, configurando “un espacio mental más complejo” (Sztulwark, 2019) para articular lo político. Este trabajo se propone analizar textos presentes en Luces que a lo lejos (2008) y La academia de Piatock (2008), en los que se asume una posición discursiva contestataria con la pluralización de interlocutores.

Palabras clave: poesía; política; asamblea; noventas; Szpunberg

Abstract

Szpunberg (1940-2020) was an Argentinian poet associated with the armed struggle of the sixties and seventies. Following the publication of the poems from Traslados in 2004, a new modality in Szpunberg’s particular conception of poetry becomes identifiable –a shift that the poet himself later makes explicit when advocating for a “permanent assembly” of poets to renew the premise of “changing life” through writing. His poetics are configured in what Butler (2017) describes as a meeting point, where each poem gives rise to a collective dimension of performativity, thus creating “a more complex mental space” (Sztulwark, 2019) for articulating the political. This work aims to analyze texts present in Luces que a lo lejos (2008) and La academia de Piatock (2008), in which an insurgent discursive position is adopted through the multiplication of interlocutors.

Key words poetry; politics; assembly; nineties; Szpunberg

“Todo poema convoca a asamblea permanente”. Formas de lo político en Luces que a lo lejos (2008) y La academia de Piatock (2008) de Alberto Szpunberg

¿La cocinera que prepara las ollas populares de la asamblea de vecinos autoconvocados de Villa del Parque ya se ha hecho cargo del gobierno de Rusia? ¿Sabe que la fila es muy larga? ¿Se acordará de que alcance para todos? ¿Sabrá el punto exacto en que el hervor se transforma en cocción y alimenta, y el momento crítico en el que el fervor empieza a entibiarse y se lava el mate y todo es purgante y repugnante?

(Alberto Szpunberg)

1. Introducción. La revolución en la poesía

Para el poeta argentino Alberto Szpunberg (1940-2020) la escritura fue siempre parte de la militancia revolucionaria, vinculada a la historia de las revueltas sesentistas desde la primera etapa de su obra. Precisamente, gracias a El che amor de 1965, premiado por Casa de las Américas, el poeta alcanzó el reconocimiento a nivel continental, en el marco del impulso religador que el campo cultural había experimentado tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959. Participante de la primera experiencia foquista en Argentina, el Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), dedicó este poemario a sus compañeros asesinados en 1964 en Orán, Salta, por parte de la Gendarmería (Redondo, 2016). Sin embargo, el poeta debió interrumpir el curso de sus publicaciones tras el recrudecimiento cada vez mayor de las políticas represivas en el país, así como las exigencias de la lucha armada y la clandestinidad.1 De este modo, una segunda instancia de su escritura comenzó cuando el proceso cultural latinoamericano fue trágicamente interrumpido en el Cono Sur por las dictaduras del Plan Cóndor, episodio que produjo el exilio de Szpunberg en Barcelona en 1977. Desde entonces, su poesía actuó como trabajo de memoria (Jelin, 2002), es decir, como intervenciones activas en la disputa sobre la consolidación de los discursos en torno al pasado reciente. Así, a partir de las revisiones auspiciadas por el exilio, la escritura de Szpunberg vuelve sobre sí misma para indagar e interrogar la poética revolucionaria, desarmar algunas de sus afirmaciones y convalidar otras ante los escenarios políticos nacientes.

Por otra parte, la escritura de este poeta se inscribió en la larga tradición de la errancia judía,2 lo que dio lugar a una tercera instancia escritural, en la que se concentrará este trabajo. Esta búsqueda de las reverberaciones del imaginario hebreo se materializó en su poesía, al mismo tiempo que participó de la mirada reflexiva e indagatoria que hacia finales del siglo XX y comienzos del XXI llevaron colectivamente las militancias de izquierdas setentistas sobre su accionar. En esta etapa, tiene lugar en su poesía una escritura plurivocal, donde distintas voces milenarias y contemporáneas se entretejen con el ideario revolucionario y con el presente de su enunciación. Consideramos que esto se debe al interés del poeta en los procesos asamblearios de los noventas tras el estallido social de 2001 como dispositivos capaces de enfrentar el neoliberalismo y su univocidad individualizadora (Butler, 2017). Así, partimos de la hipótesis de que su escritura escenifica la ficción escritural de la asamblea en la que toman parte diferentes sujetos de la enunciación poética para asumir una posición discursiva contestataria frente a la nueva coyuntura. De esta manera, se tensionan los imaginarios políticos de la tradición de los proyectos revolucionarios del siglo XX con el presente, gracias a la intervención de quienes, en palabras de Szpunberg, son los sujetos de la rebelión, los humildes (2023).

Debemos considerar que la bibliografía sobre la obra de Szpunberg consigna un número reducido y heterogéneo de publicaciones, pero no por ello menos significativas. Destacamos como antecedentes académicos relevantes para esta lectura que aquí proponemos, en primer lugar, el trabajo realizado por Nilda Redondo, quien dedica a la poesía de Szpunberg un capítulo de su libro La voz popular y el concepto de patria en poetas argentinos de los 50-70 del siglo XX (2016), en el que se analizan los poemas de El che amor, Su fuego en la tibieza y Traslados. La autora examina la rememoración de la guerrilla argentina al aportar claves de interpretación tanto biográficas como contextuales. Por otra parte, reconstruye un itinerario biográfico iluminador en torno a la actividad militante e intelectual del poeta.3 Al respecto, Mercedes María Lennon analiza el diálogo entre la poética de Alberto Szpunberg, en particular en torno a La encendida calma (2002), y la mística española entre los siglos VIII y finales del XV en el artículo titulado “La aventura de ‘la escondida senda’ en la poesía de Alberto Szpunberg. La mística española en coloquio con el presente” (2018). Para la autora, la incorporación de dicha bibliografía representa una clave para comprender cómo en la poética de Szpunberg la alteridad se presenta como condición de posibilidad del amor. Así, el sujeto lírico sale en búsqueda del otro como una respuesta ética, una intervención sobre el contexto histórico. Por último, Pablo Lázaro, en el artículo “El mundo y la tierra en ‘El obrero del vidrio analiza las condiciones objetivas del milagro de la copa’ de Alberto Szpunberg” (2019) indaga en las posibilidades exegéticas de los conceptos de mostración y ocultamiento de Heidegger en La academia de Piatock (2008), tomando como muestra el poema que cita para examinar los conflictos sin resolución contenidos en la escritura del poeta. Tales antecedentes señalan un interés en la presencia de alteridades y tensiones en la poética de Szpunberg como rasgo característico, por lo que consideramos que la lectura de los poemarios escogidos en este trabajo pueden aportar nuevos matices para la crítica del autor, al acentuar el carácter asambleario de su escritura.

2. La asamblea permanente de poetas

A partir de la primera aparición en el año 2004 en una revista de debates de izquierda, Lucha armada en la Argentina, del poemario Traslados –publicado una vez más, en 2008, como libro bajo el título Notas al pie, y finalmente en el 2012, con una profundización de sus indagaciones en tres apartados agregados– es posible identificar una nueva forma en la relación entre poesía y militancia en la obra de Alberto Szpunberg. El mismo autor pone por explícito esta propuesta en años posteriores al convocar una asamblea permanente de poetas para actualizar la vieja premisa vanguardista de “cambiar la vida” desde la escritura. Se trató de un proyecto que buscó llevar adelante el escritor, quien, de acuerdo con lo relatado por Lilián Garrido en una entrevista personal realizada durante el 2020, hizo circular entre diferentes miembros del ámbito literario la siguiente convocatoria del año 2008:

Los poetas abajo presentes, convencidos de que la poesía se muere de asfixia en la autocomplacencia de gruesos cortinados y ningún ventanal, preocupados por el actual momento en que se imponen adjetivos como ‘destituyente’ o eufemismos como ‘golpe institucional’, ciudadanos como el que más y emocionados de serlo, convencidos de que no sólo la rima une a la estética y la ética, nos autoconvocamos en Asamblea Permanente para debatir y actualizar el viejo anhelo poético de “cambiar la vida”. No somos oficialistas de ningún gobierno ni retórica ni canon ni mensaje, nunca lo seremos, pero tampoco creemos que la inocencia es sinónimo de tontería ni el estado de constante asombro una metáfora de un encubierto cinismo. Creemos que la palabra, material sensible con el que trabajamos, no se cotiza en bolsa ni se sojiza en arriendo ni acepta ser mercancía en manos de ningún monopolio agroexportador ni se somete a bailar por un sueño para edulcorar los medios de confusión masiva. No sólo los cafés literarios ni las librerías de moda ni los centros culturales; también son nuestras las organizaciones sindicales y barriales, también son nuestras la plaza pública, todas las rutas del infinito mundo y la intimidad de la palabra que habla, y al hablar, ineludiblemente dialoga, y al decir, inevitablemente hace. La primera sesión de esta Asamblea Permanente de Poetas se celebrará -y nunca mejor dicho- el próximo viernes 4 de julio a las 19 hs., en la sede de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (calle 25 de Mayo 544, Capital Federal). Ahí estaremos, presentes, ahora y siempre.

Jorge Quiroga - Alberto Szpunberg4

A modo de manifiesto, referencias a la expansión del agronegocio sojero o al programa televisivo de éxito del momento brindan un anclaje temporal específico reconocible. Sin embargo, la superposición de los cafés literarios y los centros culturales de moda con las organizaciones barriales y sindicales, las plazas y las rutas con la palabra que dialoga, remiten a imaginarios que están más allá del contexto de circulación de tal convocatoria, con una pregnancia significativa en la historia reciente argentina. Si bien la propuesta no tuvo mayores alcances, tal iniciativa le valió a Szpunberg el epíteto de “el poeta en estado de asamblea permanente”. Como hemos sugerido anteriormente, consideramos que esta declaración de principios tiene también un correlato en su escritura del período. Entre las características propias de la poética de Szpunberg se encuentra la reescritura, la incorporación de fragmentos ya escritos en nuevos poemas, así como el predominio de versos interrogativos, que apela a la pregunta como manera de dar lugar a aquello impronunciable, inconcebible, que ha dejado huecos en la narrativa del trauma histórico (Jelin, 2002). Así, es este no saber, la imposibilidad de respuesta y lo inquietante que impulsa el movimiento, la reinscripción del poema. En este sentido, los libros que hallamos en torno al cambio de siglo dan continuidad a los retornos e interrogantes que habían caracterizado los poemarios del exilio, pero aparecen no solo nuevos escenarios y elementos, sino una vocación dialógica, una multiplicidad de voces, por momentos, disonantes. En este sentido, es importante aclarar que, si bien Luces que a lo lejos y La academia de Piatock, los poemarios en los que se enfocará este trabajo, fueron publicados ambos en el año 2008, contamos con registros que dan cuenta del inicio de su escritura fechada en la década del noventa.5

Se trata, entonces, de una nueva modalidad en su escritura que se alínea significativamente con las formas de acción colectiva que emergieron durante la expansión del ciclo neoliberal que encontró su estallido el 19 y 20 de diciembre del 2001. La desregulación de los mercados, el plan de convertibilidad, el ajuste fiscal, la precarización laboral, las privatizaciones y las importaciones, son algunos de los condicionantes que dieron lugar a las prácticas asamblearias vecinales como respuesta a las políticas neoliberales (Ouviña, 2003). Como se sabe, este fue un contexto en el que, además, pasados que parecían olvidados fueron recuperados en diálogo con las nuevas condiciones de organización política: el rescate de la condición militante de muchos de los desaparecidos como reivindicación articuladora de nuevas memorias sobre los setentas, impulsado por sobrevivientes del período pero también por una nueva generación de afectados que reclamaban justicia, cuya máxima expresión fue la consolidación de la agrupación Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S) (González Canosa y Sotelo, 2011). A su vez, debe recordarse el ascenso del movimiento piquetero nutrido de trabajadores desocupados como nuevo actor en la esfera pública, con un particular anclaje en el barrio como territorio de acción política. En este marco, las asambleas vecinales dieron lugar a nuevas experiencias organizacionales en tanto que, como señala Ouviña (2003), “la práctica asamblearia devino no sólo en órgano de decisión política, sino en un auténtico dispositivo de regulación de la vida, tomando como parámetro la solidaridad y el compañerismo” (p. 7). Así, se convirtieron en instancias de diálogo y acción colectiva en el que se incorporaron actores hasta entonces desplazados de lo público, a la vez que buscaron hacer visibles las contradicciones para posibilitar nuevas negociaciones de sentido que no homogeneizaran las diferencias (Di Marco, 2003, p. 19).

Sin pretender evaluar en este trabajo los pormenores y derroteros de dicha práctica, es posible considerar que la experiencia de las asambleas barriales dio lugar a nuevas formas de concebir la acción política en términos plurales y horizontales. Por lo tanto, si Szpunberg, desde su integración al guevarismo en la década del sesenta, consideró, como Roque Dalton, que se llega “a la Revolución a través de la poesía” (Szpunberg, 2013), podemos conjeturar que el poeta buscó llegar a la asamblea mediante la escritura, y viceversa. De este modo, al igual que en textos anteriores a dicho período, el sentido de su poética se mantiene profuso, abierto, sin dejar de señalar y entretejer referentes muy precisos: la Revolución Rusa, la vecina de la asamblea de Villa del Parque, la Plaza de Mayo, la cocina de la casa donde espera el mate. Mientras que en sus libros anteriores, Szpunberg reproduce este procedimiento –que ya ha sido explorado en otros trabajos– con los guerrilleros del monte, los bolcheviques, el PC argentino y el peronismo, los pasajes del diario del Che en Bolivia, los militares y la experiencia del exilio, en esta ocasión un nuevo dispositivo, el de la asamblea, horada esta red de referencias. Así, la obra producida a partir de la década de 1990 en adelante se configura como lo que Judith Butler (2017) denomina un punto de reunión, en donde cada poema da lugar a una dimensión colectiva de la performatividad.

3. Una poética asamblearia

En línea con lo anteriormente presentado, una serie de trabajos provenientes del campo de estudios abierto por las teorías del giro afectivo6 ha abonado lecturas reveladoras de la actual crisis política a nivel global y también regional, etapa que comprende la última instancia de producción del poeta Szpunberg. Dos aportes ineludibles en ambos casos son el que Judith Butler propone en Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea (2017) y el de Diego Sztulwark en La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político (2019). El primero conjuga los conceptos de performatividad y precariedad en una doble valencia del término, entendido, por un lado, como la incompletud del sujeto y su interdependencia respecto del otro, y, por otro, en algunos casos traducido como precaridad (Butler, Cano y Fernández Cordero, 2019), como la subalternidad, invisibilidad e inaudibilidad sistémica y estructural, para de esta forma explicar el modo en el que el encuentro de estos cuerpos puede producir nuevas formas de lo político. La precariedad implica, así, una marca de falta e incompletitud pero, a su vez, una posibilidad de potenciación de la agencia en términos de lo colectivo. En consecuencia, Butler explora la dimensión colectiva de lo performativo, en el que es fundamental el “punto de reunión”, que nombra como asamblea, en cuanto formas de “aparecer” en el espacio público. Estos puntos de reunión reconfiguran la agencia en su modo plural, en la medida en que equívocamente mezclan el yo y el nosotros, y que al mismo tiempo tratan de conservar y ampliar el valor que ha generado esa equivocación. Este es el lugar donde se escenifica la lucha por delimitar quiénes somos nosotrxs, una performatividad corporeizada y de carácter plural que se opone deliberadamente a la moralidad individualizadora del neoliberalismo. Es necesario aclarar que esta acepción del término “asamblea” supone la espontaneidad, como señalan Virginia Cano y Laura Fernández Cordero (2019), por lo que expresiones como “encuentro”, “manifestación pública” o “reunión” se ajustan mejor al sentido al que alude Butler. Así entendida, al posibilitar una forma plural y provisional de coexistencia, la asamblea, entonces, compone una dimensión colectiva de la performatividad, una ética, una política y una poética de lo colectivo (Butler, Cano, Fernández Cordero 2019, p. 45), un pluralismo capaz de superar la oposición amigo/enemigo tan característica de los sesentas en América Latina, tiempo histórico en que se gesta la escritura de Alberto Szpunberg.

Por su parte, Sztulwark se detiene en la crisis del 2001 en Argentina como “grado cero” de un estado de descomposición –y recomposición– mayor en América Latina, en el que oscilan de forma cada vez más vertiginosa gobiernos neoliberales totalitarios y proyectos progresistas. El autor se pregunta por el valor epistémico del estallido del 2001 como germen de formas alternativas no solo de resistencia sino de comprensión y ejercicio de lo público en oposición a las políticas de gobierno de la década del noventa. Fue la posterior negativización de esos aprendizajes de protagonismo colectivo lo que llevó a la desposesión de saberes, y frente a tal privación, es necesario construir un espacio mental más complejo, afirma el autor, en el que quepan la coexistencia y la yuxtaposición de las dinámicas del orden y las revueltas. En esta línea, a través del trabajo de Franco Berardi, Sztulwark señala que, para enfrentar el orden discursivo y emocional del neoliberalismo contemporáneo –organizado a través de signos previamente compatibilizados por la algoritmización deshistorizante– se requiere de una inteligencia sutil capaz de ironizar, leer los signos no dichos y reconectarse con la sensibilidad del cuerpo en el lenguaje que ha sido dañada. De este modo, procura analizar lo que llama desde la perspectiva spinoziana “el reverso de lo político”, aquellas instancias en las que se produce un repliegue en la codificación institucionalizada de “los modos de la potencia” (p. 134). En el reverso se halla un depósito de saberes, “un fondo de afectos para las conmociones y sublevaciones” (p. 135) que emergen especialmente cuando la crisis desarticula los modos de hacer. En este punto, el autor introduce el concepto de lo plebeyo7 como forma singular en la que lo popular se libera y da lugar a las potencias comunes, momento en el que se revela una igualdad que había sido bloqueada. Los plebeyos, así, descodifican las relaciones que habían sostenido el orden individualizador para dar lugar a un nuevo tipo de existencia, una pragmática de subsistencia y de resistencia más allá de las idealizaciones partidarias.

A partir de estos aportes, nos preguntamos: ¿puede ser la poesía un espacio mental más complejo, una forma de inteligencia sutil capaz de leer los signos no dichos, capaz de reconectar el lenguaje con una sensibilidad dañada? ¿Es la poesía de Szpunberg un punto de reunión en el que se confunde deliberadamente el yo y el nosotros, un lugar para las potencias comunes? En conversación con Virginia Cano y Laura Fernández Cordero en relación a su propia práctica intelectual, Judith Butler afirma que la escritura “nos saca de nosotrxs mismxs y nos transporta en la dirección del mundo” (2017, p. 39). A continuación, se apuntarán aquellos aspectos de la poesía escrita en torno a la década de 1990 y en adelante, como reformulación de lo político en los afectos comunes para transportarse, enlazarse, con el mundo y con el porvenir. En estos libros, el sujeto de la enunciación abandona la posición unívoca, se sale de sí mismo, y se multiplica para dar lugar a espacios diálogo, de discusión y de reflexión. En este sentido, parecen imitar las asambleas vecinales, por lo que sostenemos que la poesía de Szpunberg en este período puede leerse en clave asamblearia y performática, así como reafirmación de la episteme de la crisis, del reverso descodificador en el que emerge lo común.

4. En otras partes del mundo vienen por alguien que soy yo y yo soy otro. La poesía en estado de asamblea permanente

Como hemos mencionado ya, Luces que a lo lejos y La academia de Piatock8 fueron escritos y revisados a lo largo de más de una década hasta su publicación definitiva en el año 2008. En ambos libros puede cotejarse una nueva característica plurivocal en la poética de Szpunberg que da cuenta de su relación con un contexto de enunciación. Particularmente sobre Luces…, el autor indica en una entrevista que se propuso poner fin a la nostalgia de pasado para transformarla en “nostalgia de futuro” (2007). Toma su nombre de “Volver”, de Carlos Gardel, pero en un sentido contrario al que se postula en el famoso tango: mientras que las luces a lo lejos son las que marcan el retorno, el parpadeo de estos poemas elaboran coordenadas sobre el presente. Sabemos que en numerosas oportunidades, Szpunberg ha declarado que regresar era imposible y que los argentinos exiliados habían sido víctimas del “engaño de Gardel” (2014). El crítico Daniel Freidemberg lo advierte en sus palabras preliminares al poemario cuando señala que el poeta busca avizorar qué del pasado persiste en el presente para empezar a imaginar un rumbo (2008). En efecto, en Luces… Szpunberg vuelve sobre distintos episodios que había explorado en poemarios anteriores, pero con una nueva direccionalidad producida por la presencia deliberante de voces indeterminadas, sin nombre ni indicación alguna que oriente la lectura.

Este poemario está compuesto por poemas numerados en los que se abren líneas de diálogo que parecen imitar una larga conversación, la cual se renueva en cada uno de sus seis apartados: “Navegaciones naufragios andanzas”, “Pasos voces ausencias”, “Raíces ramas pájaros”, “Mates de madrugada”, “Preguntas adioses reencuentros”, “Aparición con vida”. De forma progresiva, estos poemas mezclan el yo poético con un nosotros, mientras conservan y amplifican dicha confusión. A partir de lo desarrollado por Butler, entonces, en torno a los puntos de reunión y sus efectos deliberados, es posible afirmar que Luces… se presenta como una asamblea en la que cada alocución pretende no solo horadar y ampliar la imaginación política, sino también desplazar la univocidad del sujeto poético, abandonada para pronunciarse de forma plural y heterogénea. Así, en el primer apartado se trazan diferentes escenas en las que el yo lírico coloca como interlocutora a “ella”, señalada al comienzo en tercera persona con didascalias que acompañan sus alocuciones. Son sus ojos, en los que el sujeto poético encuentra una triste rebelión incumplida, los que logran distinguir los distintos elementos que conforman el espacio, confuso y parcialmente ininteligible. Así, en la búsqueda por comprender la nueva geografía, el sujeto poético estudia, tantea, analiza y reconoce el nuevo tiempo histórico y colectivo junto a la compañera, que da respuestas a sus preguntas: “no confundas jamás la orilla con el horizonte ni se te ocurra que son solo barcos los barcos que se acercan ni nubes las nubes que se alejan” (2013, p. 370). En el poema que clausura esta sección una voz irrumpe la reflexión del sujeto poético con una raya de diálogo, signo de puntuación que luego iniciará cada versículo de los poemas:

Luego, poco, muy poco fue quedando del naufragio: estas ropas de todos los días, la misma navaja en el bolsillo, algunos papeles, el alma suspendida en la ciudad lejana, la ávida lectura del diario a la espera de noticias…

–No importa, ya estamos en octubre, y nada son las palabras sin nuestro asombro. (p. 371)

De esta manera, el poema citado resignifica la representación melancólica tipificada del exilio, el naufragio, que deviene en andanzas que restituyen la capacidad del asombro, una palabra que semánticamente nos remite a lo inesperado del porvenir. En el segundo apartado, sin embargo, llamado “Pasos voces ausencias”, se instalan escenas de violencia, tortura y asesinato en medio de las conversaciones que llevan adelante los poemas. Estas imágenes permanecen como denuncia de un maxilar “empeñado en demostrar que era humano” (p. 373), pero también como autocrítica de quienes “hemos confundido el otoño con sus cabellos despeinados por el viento del otoño” (p. 374).

Así, el diálogo que en esta serie repasa el pasado de la lucha armada y la derrota del proyecto revolucionario, se encauza en “Raíces ramas pájaros” en una reflexión que vuelve sobre el presente, sobre el devenir en el que toman partido otras generaciones y también otros encuentros. De este modo, cuando el sujeto de la enunciación toma la forma de la primera persona del plural, no es en absoluto evidente quiénes componen ese “nosotros”. Es en “Mates de madrugada” donde el intercambio ganará una intensidad tal en la que ya no es posible distinguir hablantes, como advertimos en el poema de inicio:

–“Y además era de noche…”

–¿Era? ¿cómo es que era y ahora ya no es? ¿fue alguna vez lo que hoy ya no? ¿ni siquiera algún secretario general escribió un informe al respecto? ¿ningún comandante quiso hacerse cargo de esas nubes tan negras que ni el viento quería saber nada?

–A ver, compañeros, apliquemos creadoramente el pensamiento: si hoy es lo que no es, también es lo que es, eso que es y que es, este vacío, esta presencia.

–A ver, compañeros, simpatizantes, aliados estratégicos, razonemos: si la naturaleza, un suponer, odia el vacío y montañas de roca se hacen desierto con tal de seguir siendo, y el trigo se vuelve pan, según el realismo socialista, y las noches, días, y los días, interminables y pasajeros, ¿qué manera tan poco seria de ser es esta ausencia? ¿cómo se concibe el cajón de pino sin pino? ¿cómo es la hebilla de carey sin sus cabellos y sobre todo sin su gesto de echárselos a la espalda como si de todos los vientos del mundo uno solo soplase para ella?

–¿Ella o él, pregunto, hoy o mañana?

[...] (p. 380)

La referencia a secretarios generales y comandantes que no se hacen cargo de las nubes negras, la modalización propia de las discusiones en el entorno de las militancias reiterada del “a ver, compañeros”, la puesta en duda de la primera afirmación, entrecomillada, que el poema retoma de versos del apartado anterior, parecen merodear en torno a un tema sobre el cual no hay acuerdo pero tampoco palabras precisas. Cuando una de las voces pregunta “¿qué manera tan poco seria de ser es esta ausencia?”, tras la reiterada referencia en el poema a la hebilla de carey, se alude de forma explícita al segundo apartado del libro, “Voces pasos ausencias”, en el que se recuerda a los compañeros desaparecidos, sobre lo cual se estaría discutiendo. Lo que advertimos son múltiples voces indiferenciadas que traen consigo distintas problemáticas y temporalidades en las que se ponen en juego las demandas hacia los superiores y las jerarquías a la vez que la intimidad y la corporalidad de la dimensión política, al ser los cuerpos los que moldean las ausencias, sus cabellos los que otorgan sentido a la hebilla de carey y al viento. En este sentido, cada alocución afecta a las otras para impulsar nuevos movimientos que contengan los anteriores. Tal como lo plantea Patricia Clough (2007), los afectos constituyen una complejidad no-lineal capaces de conservar y reactivar acciones y contextos pasados, lo que en este poemario es una forma de actualizar, de activar el pasado en el presente (Jelin, 2002) y dirigirlo hacia el futuro.

De este modo, en un poema posterior, también de “Mates de madrugada”, la voz que inicia las alocuciones recupera y entrelaza discursos, consignas, eslóganes de la militancia e incluso citas textuales de la biblioteca marxista del siglo XIX y del XX:

–Hablemos, entonces, hablemos, encendamos de nuevo la hornalla, como en otros tiempos, y hablemos, repasemos el estado de los cuerpos, las leyes de la materia, la línea del equinoccio, la caja del astrolabio, la fórmula de la pólvora (azúcar + carbón molido + clorato de potasio, por las dudas…), las obras escogidas de Marx y Engels, las páginas satinadas de Lenguas Extranjeras, la entropía, la noche del solsticio, la influencia de la luna en el ir y venir de las mareas, el problema del conocimiento, el desarrollo desigual y combinado, la expansión del universo, la humildad esencial de las tardecitas, la enredadera de campanillas junto a las vías del tren, la explotación del hombre por el hombre, la tristeza de los frentes populares, los pensamientos de los empleados públicos ante el mingitorio, la suite número cinco para violoncelo solo, el ruido de la púa, el reloj del comedor, los caballos sobre el empedrado, las ruedas del carro, las chispas de las herraduras, los bichitos de luz, la luz mala, los ruidos de la madera, el olor de los libros, la marchitez de los retratos, las flores olvidadas en el jarrón, los llantos ahogados, las copitas de anís, los viejos cánticos. (2013, p. 383)

Esta extensa demanda es interrumpida por una interrogación que da lugar a nuevas concatenaciones. Sin embargo, lo que se reclama permanentemente es que debatan, discutan, revisen una serie de consideraciones, creencias, saberes, evidencias, relativas a una multiplicidad de campos del conocimiento y la experiencia. La apuesta poética es, entonces, la de interrogarlo todo, sacudirlo todo, frente a frente, de un nuevo modo aún por inventarse. En estas líneas lo que permanece como certeza es la voluntad de diálogo, de la discusión como forma de anclaje en el presente, con la que pueden reconocerse los relieves del mundo. La forma predilecta de este diálogo es el de la pregunta, que indistintamente de quién la pronuncie, tiene una insistencia:

–Para entendernos, por ejemplo: la ausencia pertenece indudablemente a la superestructura, los huesos, en cambio, tan claro su espejismo, tan inasibles y puros cuando salen a la luz, ¿en qué memoria hace nido el espejismo de los huesos cuando salen a la luz, pregunto? ¿contra qué altos acantilados, infatigables, estalla la espuma, pregunto, la rabia del espejismo de los huesos? ¿en qué tiempo fugazmente demorado entre los avances y repliegues del mar, pregunto? y de todos los mares, pregunto, ¿en qué mar? (Szpunberg, 2013, p. 381-382)

Como vemos, al adentrarnos en sus poemas, nos encontramos con distintas voces que conversan como si hubieran estado en silencio desde hace mucho tiempo. Sin embargo, una certidumbre de gran relevancia y vigencia en el poemario es el deseo que se pronuncia en el título del último apartado, al que no se renuncia pese al paso del tiempo. Este reclamo es también el que pone en movimiento el poema-asamblea, que en cada intervención puja por una nueva forma de entender lo político y lo colectivo. Nuevamente allí, bajo una consigna clara, se abre un diálogo proclamando “hablemos, encendamos de nuevo el fuego, hablemos”, dando una clara direccionalidad al ejercicio recursivo de la memoria poética, hacia un horizonte irrenunciable, el compartido por “los compañeros, desde siempre y hasta siempre”, de las dedicatorias. El trabajo de Freidemberg es, otra vez, especialmente significativo al sugerir que en esta demanda se cifran las lecturas que el poeta hace del Antiguo Testamento: la tierra prometida es, más que un lugar de arribo, un deseo implícito y persistente (2008). De esta manera se explica cómo Luces…, un mapa capaz de redireccionar la nostalgia, tenga como punto de llegada, el apartado llamado “Aparición con vida”. Así, el libro termina con dos versos a modo de presagio o persistencia: “y allá nos encontramos,/ el mar, el mar, todo tan claro” (Szpunberg, 2013, p. 396).

Por su parte, La academia de Piatock (2008) se presenta como un ensayo completamente novedoso en la obra de Szpunberg. En este libro, cuyo título remite a un escenario erudito, se hace referencia a una persona existente, Piatock, un barbero de Berdichev, un pueblo de Ucrania de donde era oriundo el padre del poeta. De acuerdo con sus relatos, Piatock era requerido siempre para destapar letrinas o empujar carros atascados, entre otras tareas bajas.9 De este modo, Szpunberg recupera el sintagma “La academia de Platón” y opera un desplazamiento para colocar como fuente de conocimiento a “los de abajo” (Szpunberg, 2023). En este libro, entonces, toman la palabra diferentes personajes subalternos, algunos de ellos sin nombre o apellido que los identifique, para intervenir en el gran auditorio, reverso de la tradición letrada. Resulta interesante recordar en este punto lo planteado por Diego Sztulwark en relación con la condición de lo plebeyo:

la plebe implica un devenir impersonal, un “perder el rostro” que no se confunde con la disolución de cada singularidad sino que apunta, por el contrario, a la ruptura con cierto régimen de individuación. Hay prácticas de escritura que implican perder el rostro, que producen anonimato, porque ese es su modo de resonar con algún acto de resistencia. (2019, p. 153)

La academia…, entonces, se compone de alrededor de setentas poemas titulados de forma narrativa (“Habla Piatock”, “Reb Morgulis, el mudo, rompe el silencio”, “El Atlante busca a alguien en Plaza de Mayo”), a diferencia de las publicaciones anteriores del autor, y cada uno prefigura un sujeto de la enunciación poética distinto, con los que emerge una práctica irreverente de lo común. En efecto, este texto puede leerse como una gran asamblea poética, en la que tienen voz los mudos, los tartamudos, los ciegos, don Nadie, alguien, el cordero del sacrificio, el caballo de Piatock, el obrero del vidrio, el zapatero, el músico, el exiliado, el poeta, entre otros personajes, muchos de ellos pertenecientes a la cultura milenaria judía o a la historia argentina y latinoamericana. Esta interdicción o solapamiento entre las referencias de cada poema lleva a lecturas en múltiples direcciones, temporales y planetarias, en la medida en que cada uno de estos personajes hace uso de la enunciación para responder a deliberaciones pronunciadas anteriormente, tanto para contrariarlas como para continuarlas. Cada singularidad ingresa al poemario sin homogeneizarse ni diluirse en la palabra del otro, pero al resonar en conjunto, en ensamblaje, no hay principio de autoridad y el resultado se entrega, a cada lector, descodificado.

En este sentido, podemos hallar un ejemplo claro al comienzo de La academia… cuando habla Piatock y cuenta que vio nacer al cordero de dos cabezas que iba a morir, en referencia al ritual de la Hagadá de Pesaj, texto que se lee en la mesa de la Pascua Judía. El cordero, que es además símbolo del sacrificio en la cosmovisión judeocristiana, toma la palabra en el siguiente poema, en que pronuncia cuatro preguntas, correspondientes a los cuatro hijos en la mesa de Pesaj: ¿por qué esta noche es diferente? Al cambiar de enunciador, esta pregunta cobra nuevos sentidos, distintos de la tradición de la Hagadá, cuatro veces pronunciada. En cada alocución, el cordero objeta contra el sacrificio al que será sometido, señala al ejecutor y formula un enigma: “¿por qué esta noche es diferente a las demás si, contra el más elemental sentido, nos bañamos dos veces en la misma sangre?” (2013, p. 321).

Mientras que el cordero no obtiene respuesta a su contrasentido heraclitiano, en un siguiente paso del ritual el Obrero del Vidrio responde con un interesante contrapunto a los miembros de la Academia que “observan el milagro de la copa”,10 también perteneciente a la tradición de Pesaj. Bajo el título “El Obrero del Vidrio analiza las condiciones objetivas del milagro de la copa”, este responde:

¿De qué milagro me hablan si soy yo quien carga todo el desierto sobre mis hombros y luego vuelco su arena en el crisol y recojo el líquido ardiente en el molde y le doy la forma de mi sed y pulo su hueco como el vacío de mi hambre y aún sangra en la palma de mis manos el recuerdo de la astilla más pequeña?

¿De qué milagro me hablan si cada vez que toco la realidad hasta el aire es áspero y mis caricias siempre dejan huellas y hasta a veces, sin querer, hacen daño?

¿De qué milagro de la copa me hablan si es una maniobra más de la fábrica de vidrios y cristales Glasserman Hnos, cuyas acciones suben o bajan según me hundo o emerjo, pero siempre con el desierto a cuestas, con esa transparencia entre los ojos, esa redención, ese espejismo que hiere y se aleja, siempre se aleja? (p. 322)

Es necesario aclarar que esta respuesta, que pone en cuestión la condición milagrosa de la copa, lo hace poniendo en primera plana la fuerza de trabajo del obrero, sus carencias y el impacto de la labor productiva sobre su propio cuerpo y el padecimiento que sufre en favor de la cotización de la empresa. Tan solo si se da por sentada la forma de la sed y del vacío del hambre del obrero, sus manos astilladas y sus caricias por siempre ásperas es que ocurre el milagro. Este poema es seguido por otros dos que respaldan al obrero, “El Poeta pasa por Plaza de Mayo y descubre al proletariado” comienza con el verso “Tiene razón el compañero Obrero del Vidrio” (p. 323) y “El Músico expone sus quejas de bandoneón”, con la afirmación “Tiene razón el compañero Poeta” (p. 324). Los compañeros aparecen, en el sentido que plantea Butler, juntos, se hacen audibles y visibles en el espacio público para sí mismos y para los miembros de la academia, y horadan así el imaginario de lo político, tal como concluye su alocución el Poeta:

y cerré los ojos y descubrí que los signos siempre estaban a punto de crear otro cielo y otra tierra y de empezar en realidad un nuevo Libro,

y ahí caí, compañeros, en que todo momento es el momento justo. (p. 323)

Que sea el Poeta quien afirme que un nuevo Libro es posible y que siempre es el momento indicado tiene múltiples resonancias en la poética revolucionaria de Szpunberg y en su retorno a las raíces hebreas, en la que ocupa un lugar privilegiado la tradición libresca. Esta convergencia en la que se entrecruzan los tiempos de Moisés y los de la lucha de clases en Argentina no es una simple casualidad. Al referirse al nacimiento de este proyecto, Szpunberg (2023) advierte que la derrota de la izquierda en la Argentina y en el mundo, lo llevó a reflexionar sobre un “replanteo profundo” que se expresó en estos poemas, donde cada voz podía dar cuenta de sus experiencias, para así comprender “conflictiva o armoniosamente” la Historia. Los ejes vertebradores de esta reflexión son lo que denomina la crisis del humanismo judío en territorio palestino –recordemos que La academia… está dedicado, entre otros, al pueblo palestino– y el derrotero de la lucha armada en Argentina, articuladores ambos de “proyectos por un mundo mejor”, la Tierra Prometida y la Revolución, que por diferentes motivos, sin embargo, no han logrado cumplir esa promesa. De este modo, estos imaginarios confluyen uno en el otro y dan lugar a una poética con una densidad semántica novedosa, en la que no siempre es posible identificar referentes. Así, en “Reb Arieh Leib ben Naftule repasa el Libro del Fuego”, se introduce un personaje portador de un nombre propio, ficticio, que siempre encontrará revelaciones en sus lecturas de los libros sagrados y los libros de la biblioteca marxista. En este poema en particular, se merodea en torno a la imagen del fuego,11 de valor ritual en el judaísmo ya que representa la llama eterna de Dios, y se reescribe, en simultáneo, a Mao: “Al fin y al cabo, ninguna chispa enciende la pradera;/ solo el corazón, cuando desea de corazón, arde y se expande” (p. 327). Este personaje será quien descubra una nueva certeza en un libro clave, en el poema “Reb Arieh Leib ben Naftule repasa El Capital”:

Ahora me doy cuenta de que todo es como el movimiento del ojo en la lectura:

cuando se cierra a las letras, se abre a las palabras,

cuando se cierra a las palabras, se abre a la evidencia,

como un río que sólo permanece en tanto fluye.

Al dar vuelta la última página, el sentido de la escritura comienza:

no hay más victoria que los nuevos frentes que se abren,

no hay más respuesta que una nueva pregunta. (p. 328)

Nuevamente se introduce el precepto de Heráclito, ahora como una evidencia, que da sentido a la escritura. La victoria no es otra cosa que otro frente de batalla, la respuesta solo llega con otra pregunta: todo recomienza, gira, como la palabra en La academia…, y la tierra prometida no es más que otro punto de partida.

Esta mirada cíclica sobre la historia tiene especial importancia en este libro, ya que, por un lado, sugiere una temporalidad antitética a la de los proyectos redentoristas, y, por otro, cierta contingencia en los roles que cada interlocutor ocupa. Esta es la idea que guía el poema “Naide es mas que Naide responde a Don Nadie”, en el que tanto la frase atribuida a Artigas como la expresión popular “don nadie” se personifican. Entonces, el primero afirma, en respuesta a las objeciones que el segundo hace en torno al pronombre “Él” –no sin cierto tinte humorístico y metadiscursivo– que todos somos hombres de palacio, incluso el Zar de todas las Rusias, “Él”, Piatock y su caballo, que hay caminos que conducen a Moscú, a Parque Chas, a Berdichev, a Buenos Aires, a Masnou, pero que, bajo la lluvia, el palacio vuelve al barro y huele “a nosotros, los que creamos el mundo con nuestras manos como si fuese un palacio” aunque ya no paguen horas extra (p. 329). Otro poema de especial interés en esta concepción del tiempo histórico es “El Botánico Bakuninista ve el árbol y el bosque al mismo tiempo”, en el que se enuncian las injusticias en la figura del ahorcado, y quienes las padecen históricamente, en nombre de quienes el poema reclama, precisamente, una asamblea permanente:

En el bosque cada árbol crece desde su propia raíz hacia el mismo cielo, siempre inalcanzable,

y en sus cálculos de futuro entran en la cueva que cavará la ardilla entre sus raíces, los pájaros que harán nidos en sus horquetas, el caracol que regará con su baba la corteza, el próximo negro judío gitano palestino tutsi hutu kosovar bosnio chipanenco curdo armenio chechenio que colgarán de alguna de sus ramas, la hiedra que ocultará el crimen, el viento que barrerá la historia, hasta el hacha que borrará todas las huellas,

y cada árbol es al bosque lo que yo a ustedes,

por eso todo, todo está en estado de asamblea permanente. (p. 337)

En este poema, el sujeto poético recuerda el ciclo de vida de los árboles con diferentes menciones exclusivamente vinculadas al ecosistema, para hacer irrumpir luego a la historia y dar lugar a una asamblea precaria y provisoria donde ejercen su derecho a la aparición quienes han sido colgados. Se trata de una expansión planetaria que solidariza al botánico anarquista con diferentes minorías que han sido perseguidas, esclavizadas, trasladadas, asesinadas, pero que aún resisten. Y concluye con una enigmática expresión que, sin embargo, desplaza estas ejecuciones por completo de su naturalización. Si cada árbol es un participante más de La academia… sea quien sea “el próximo”, todo está en estado de asamblea permanente porque todo puede ser distinto. Este libro reclama aquellos saberes de la crisis que interesan a Sztulwark, la liberación de la potencia que produce su descodificación, en la medida en la que cada árbol es al bosque lo que el sujeto poético a cada lector. Otro poema, “El Rabí de Kotsk sobrenada el río Sambatión”, da cuenta de esta posibilidad y potencia de cambio en la búsqueda del otro cuando señala:

aquellos que se han perdido están del otro lado

y siempre es este el otro lado

–¿Y el otro, ese que nunca alcanzaremos?

–Es precisamente hacia donde caminamos. (p. 359)

5. Conclusiones

Hemos abordado algunos de los poemas que conforman Luces que a lo lejos (2008) y La academia de Piatock (2008), aunque no hayamos agotado el análisis cabal que puede realizarse de ambas obras. Nos ha interesado indagar en el modo en que estos libros son movilizados por el anhelo de una asamblea permanente. Esta premisa se encarna en su escritura, en la que el poema parte de una enunciación plurivocal donde distintas voces tensionan los imaginarios políticos revolucionarios del siglo XX con el presente. De este modo, la obra de Szpunberg escenifica la asamblea para dar lugar a una dimensión colectiva de la performatividad y asumir una posición discursiva contestataria frente al nuevo escenario coyuntural. Para ello, se vale de los saberes que emergieron en el reverso de la crisis, con un claro anclaje en la organización popular de los noventas. Se puede advertir, entonces, la voluntad del yo poético de apartarse de su posición unívoca para dar lugar a la reunión, al encuentro de la alteridad como una forma de resistir y perseverar frente a la moralidad individualizadora de la que habla Butler. Este plurivocidad se produce en el mismo movimiento con el que se recuperan miradas sobre el pasado reciente y deseos de cara al futuro: alrededor del mate, tras el naufragio y proclamando nuevas andanzas; desde el Masnou a Chascomús y desde el monte Nebó a Villa Crespo, desde Berdichev a Plaza de Mayo, diferentes interlocutores conversan, se interrogan, envían saludos internacionalistas, formulan preguntas, revisan viejos textos, callan toda una vida, rompen el silencio, protestan, responden, exponen y hablan, para llegar a nuevas conclusiones cada vez, con la potencia transformadora que el poema gana gracias a su franca apertura hacia el futuro.

Referencias bibliográficas

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*María Luján Travela es Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). En el año 2023, comenzó el Doctorado en Letras en la misma casa de estudios con una beca otorgada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET). Su proyecto de tesis se centra en la escritura poética de Alberto Szpunberg y ha publicado avances de la investigación en artículos y ponencias. Se ha desempeñado como Ayudante Diplomada en el curso de ingreso a las carreras de Letras y recientemente se ha incorporado a la cátedra de Introducción a la Literatura de la UNLP. Participa de proyectos de investigación acreditados en la misma institución.


  1. Mientras que su siguiente libro Su fuego en la tibieza será publicado en 1981, en Barcelona, encontramos algunos de sus poemas publicados en revistas argentinas como Macedonio (1971) y Crisis (1975).↩︎

  2. Una vez finalizada su persecución tras el retorno de la democracia, Szpunberg no se radicó de forma definitiva ni en Buenos Aires ni en la ciudad catalana, sino que vivió en un permanente movimiento transatlántico. En una entrevista, el poeta declara: “siempre me sentí en tránsito […] ese acá al que yo quería volver ya no existía; era un acá que había sido demolido, […] siento que no tengo lugar” (Szpunberg, 1999, p. 164).↩︎

  3. En edades tempranas comenzó a escribir poesía a la vez que ingresó a la juventud del Partido Comunista (PC), pero por sus tendencias estéticas y sus posicionamientos políticos heterodoxos es expulsado. Szpunberg se acerca, así, al Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP) e impulsa la conformación de la Brigada Masetti, uno de los grupos de las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL). En 1971 se encuadra en el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), llevando, así, una doble vida, entre la clandestinidad y la militancia pública, como estudiante y luego profesor en Letras, y Director de la carrera de Lenguas y Literatura Clásica de la Universidad de Buenos Aires en 1973, así como periodista de La Opinión y director de su suplemento cultural entre 1975 y 1976.↩︎

  4. Este texto también se halla en el fondo documental del autor presente en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (Szpunberg, 2023).↩︎

  5. Una versión inédita de Luces que a lo lejos se encuentra en el fondo documental del editor José Luis Mangieri del Centro de Documentación e Investigaciones de Cultura de Izquierda (CeDInCI) fechado alrededor de 1995 –agradecemos la referencia al Dr. Emiliano Tavernini– mismo año en el que se publican fragmentos de La academia de Piatock, en el n°34 de Diario de Poesía.↩︎

  6. Seguimos a Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado (2012), quien sugiere que para problematizar las formas de conocimiento, las conductas sociales, los procesos de institucionalización del poder y sus asentamientos intersubjetivos, es necesaria la revisión radical de la historia cultural del continente con los afectos como punto de inflexión en la “caja de herramientas” de la crítica literaria. También Chantal Mouffe (2023) propone analizar el poder de la dimensión afectiva en la política, ya que son los afectos los que habilitan la disponibilidad de identificaciones, adhesiones y prácticas –el ordenamiento de lo sensible, en palabras de Ranciere– en tanto fuerzas contradictorias que se ponen en marcha más allá de la racionalidad.↩︎

  7. Sara Bosoer (2017) también elige este término para referirse a una tradición de la poesía argentina del siglo XX que expande los límites de lo considerado literario al momento de ser escrita. La autora elige este concepto para diferenciarse de lo popular criollo, asociado a comienzos de siglo con las familias de larga tradición. Lo plebeyo refiere a lo subalterno frente a la cultura letrada, “a lo desprestigiado porque se vincula con las producciones, apropiaciones y usos culturales que efectúan los sujetos que aparecen como emergentes en diferentes momentos históricos, los recién venidos” (p. 61). Así, el archivo de la imaginación plebeya se expande y se observa en diferentes relaciones, en el espacio de cada poema, en una imagen, en el montaje y en la contigüidad entre “documentos o imaginaciones” (p. 63). Si bien no profundizaremos en esta oportunidad en la propuesta de Bosoer, es sugerente la coincidencia en la nominación de lo plebeyo, y sería pertinente leer en términos de un archivo de la imaginación poética plebeya a La academia de Piatock.↩︎

  8. De ahora en adelante, Luces… y La academia… respectivamente.↩︎

  9. En los archivos personales del autor presentes en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno que ya hemos citado, se halla una solicitud de beca en la que el poeta explica el proyecto de La academia… y relata el origen de este personaje (Szpunberg, 2023). Optamos por esta declaración como la más fidedigna, frente a otras que ubican a Piatock en otras latitudes.↩︎

  10. Como hemos señalado, Pablo Lázaro, en el artículo “El mundo y la tierra en ‘El obrero del vidrio analiza las condiciones objetivas del milagro de la copa’ de Alberto Szpunberg” (2019) toma el poema para analizar cómo se articula la interrogación sobre la realidad objetiva por medio de la cual se pretende interpelar a un “alguien” en relación a un objeto material dado, en este caso, la copa, elemento que se rehúsa a ser interpretado, a ser comprendido dentro de una teoría filosófica. En el poema de Szpunberg, es el obrero quien mejor puede hablar de la copa, por ser quien la produce, quien deja con su involucramiento directo una huella en el objeto como testimonio de su existencia. Si bien se trata de un trabajo breve, Lázaro reconoce la tensión presente en la poética de Szpunberg entre la oposición de la intelectualidad frente a las labores obreras.↩︎

  11. Como puede apreciarse en los poemas de Luces…, también en la poética de Szpunberg el fuego tiene un sentido propio desde Su fuego en la tibieza (1981): es el que enciende la hornalla y prepara el mate, indispensable en toda conversación; es su calor el que otorga domesticidad a la casa, con el que se cocina a las hijas; es que enciende el cigarrillo con el que el sujeto poético se desdobla y se habla a sí mismo.↩︎