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https://doi.org/10.30972/clt.268284

CLRELyL 26 (2025). ISSN 2684-0499


ORGULLOS CON PEROS: TESTIMONIOS DE POSTHABLANTES DE LENGUAS DE MIGRACIÓN EN LA ARGENTINA

Prides with Buts: Testimonies from Post-Speakers of Migration Languages in Argentina

Yolanda Hipperdinger*

Universidad Nacional del Sur / Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

yhipperdinger@uns.edu.ar

Recibido: 23/01/2025 - Aceptado: 08/04/2025

Resumen

Enfocamos en este artículo la categoría de posthablantes, pergeñada hace medio siglo por Robert Lafont al estudiar la retracción del occitano, atendiendo a la actual propuesta de Georg Kremnitz de incluirla en estudios de desplazamiento de lenguas de migración. Lo hacemos en el caso de la inmigración masiva arribada a la Argentina entre finales del siglo XIX y principios del XX, en especial la radicada en la región del sudoeste bonaerense. Específicamente, ponemos de relieve la posibilidad del sostenimiento simultáneo de sentimientos de orgullo y de vergüenza, por pertenecer a un cierto grupo migratorio y no dominar su lengua “propia”, que encontramos en testimonios contemporáneos de personas caracterizables como posthablantes. Esta vergüenza, hasta ahora no documentada, replica e invierte la de quienes han sufrido discriminación por hablar una lengua diferente de la hegemónica, y su circunscripción a un particular grupo de descendientes refrenda la pertinencia de la propuesta de Kremnitz.

Palabras clave: lenguas migratorias; desplazamiento; posthablantes; orgullo; vergüenza

Abstract

In this article, we focus on the category of post-speakers, devised half a century ago by Robert Lafont when studying the decline of Occitan, taking into account the current proposal by Georg Kremnitz to include it in studies of the displacement of migration languages. We do so in the case of the mass immigration that arrived in Argentina between the end of the 19th century and the beginning of the 20th century, especially those rooted in the region known as Buenos Aires Southwest. Specifically, we highlight the possibility of simultaneously sustaining feelings of pride and shame, for belonging to a certain migratory group and not mastering their “own” language, which we found in contemporary testimonies of people who can be characterized as post-speakers. This shame, hitherto undocumented, replicates and reverses that of those who have suffered discrimination regarding speaking a language other than the hegemonic one, and their circumscription to a particular group of descendants confirms the relevance of Kremnitz’s proposal.

Keywords: migrant languages; displacement; post-speakers; pride; shame

Orgullos con peros: testimonios de posthablantes de lenguas de migración en la Argentina

1. Introducción

En el marco del surgimiento y la consolidación de los actuales estudios sociales del lenguaje, los procesos de conservación y desplazamiento de lenguas minorizadas llegaron a constituirse en un campo de investigación, principalmente, a partir del aporte señero de Joshua Fishman (1964). El desarrollo de las indagaciones en ese campo tuvo, entre otras consecuencias, una que nos interesa destacar: condujo a que la transitada cuestión de la caracterización y medición del bilingüismo, de atención primariamente psicolingüística, se viera frente a una nueva exigencia, al requerirse su aplicación a muestras poblacionales comparativamente más amplias y heterogéneas que las del estudio experimental. Tal traslado de la problemática de un campo a otro tuvo en este último dos consecuencias principales, en cierta medida antagónicas pero de importancia equiparable: por una parte, tuvo un efecto simplificatorio sobre los procedimientos de diagnóstico del grado de bilingüismo de los hablantes, orientado a compensar la diferencia de escala; por otra parte, y en la medida en que agregó consideraciones de orden psicosocial y sociolingüístico a la caracterización del bilingüismo, tuvo un efecto de complejización.

En este artículo nos ocupamos de una categoría de bilingües que tanto remite a uno de los grados posibles de dominio interlingüe relativo cuanto se vincula, indisociablemente, a las peculiares coyunturas sociales que le dieron origen: la categoría de posthablantes de una lengua desplazada de su uso comunitario. Esa categoría, propuesta originalmente por Robert Lafont (1971) para el estudio de la retracción del occitano en Francia frente a la extensión nacional del francés, ha sido recientemente recuperada por Georg Kremnitz (2021) para proponer su aplicación al estudio del desplazamiento de lenguas de migración. Exploramos aquí esta posible expansión, tomando como base testimonios de descendientes de migrantes de origen europeo que, en la etapa de ingreso poblacional masivo a la Argentina que José Luis Romero (1963) ha llamado “aluvial”, se asentaron en la zona litoral pampeana y, en particular, en la región sudoccidental de la provincia de Buenos Aires.

Detectamos, en esos testimonios, un aspecto afectivo ligado al proceso de desplazamiento lingüístico que no ha sido documentado previamente, y que es el que procuraremos poner de relieve en este artículo: la expresión simultánea de un sentimiento de orgullo por pertenecer a un cierto colectivo étnico, cuyos contenidos culturales “propios” –i.e. los que devienen de una ancestralidad compartida– se consideran valiosos, y de un sentimiento de vergüenza por no dominar la lengua migratoria que forma parte de esos mismos contenidos culturales. En estudios precedentes sobre procesos de desplazamiento lingüístico en la Argentina, tanto de lenguas de migración como de lenguas autóctonas, se ha registrado reiteradamente la expresión de un sentimiento de orgullo étnico, así como la de uno de vergüenza ante diversas formas de discriminación social, incluyendo las burlas y humillaciones recibidas por ser hablantes de lenguas de migración. La vergüenza que refieren las declaraciones que aquí nos interesan, en cambio, no resulta de expectativas ligadas al uso general ni a los imperativos oficiales sino de una evaluación individual del desplazamiento de la lengua minorizada que lo comprende como una pérdida; por otro lado, las referencias a esa vergüenza solamente se encuentran en declaraciones de descendientes de inmigrantes que podrían clasificarse como posthablantes según la taxonomía de Lafont.

De acuerdo con lo expuesto, en este artículo presentaremos evidencia sobre la referida forma de vergüenza, nueva respecto de las expresiones afectivas registradas con anterioridad. Sobre la base de la restricción de las declaraciones que la testimonian a ese grupo específico de descendientes de inmigrantes, igualmente, argumentaremos a favor de la propuesta de Kremnitz de aplicar la clasificación de Lafont a situaciones de contacto lingüístico por migración.

2. Migración, multilingüismo y vergüenza(s)

2.1. Desplazamiento y revival

La atracción de población inmigratoria fue uno de los principales objetivos del Estado argentino en los tiempos de su consolidación como tal, en la segunda mitad del siglo XIX, al punto de que la Constitución de la Nación Argentina, sancionada en 1853, incluyó entre las obligaciones del gobierno federal la promoción de la inmigración y, en particular, el fomento de la inmigración europea. Esa promoción se concretó en la coyuntura de expulsión poblacional de la Europa de la época y tuvo como herramienta la Ley Nº 817 de Inmigración y Colonización, promulgada en 1876. El proyecto que condujo a esa ley, presentado al Congreso por el Presidente Nicolás Avellaneda, agregó una nueva pretensión selectiva a la del texto constitucional, ya que precisó que se fomentaría, especialmente, la inmigración proveniente del norte de Europa (Fernández, 2017, p. 57). De hecho, su primera aplicación fue la formalización de un convenio, en septiembre de 1877, destinado a la radicación de agricultores de origen alemán que, provenientes de una colonización establecida en el tramo medio-sur del río Volga durante el reinado de Catalina II, fundaron en 1878 las primeras colonias de ese colectivo migratorio, conocido luego como “alemanes del Volga”, en las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos (i.a. De Cristóforis, 2016, p. 29).

Desde el inicio de la década de 1880, sin embargo, fue perceptible que la población migrante que ingresaba masivamente a la Argentina provenía, en su amplia mayoría, no del norte sino del sur de Europa: hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, que discontinuó la emigración, el país recibió predominantemente migrantes de Italia y España, como resultado de la crisis económica que impulsaba la emigración y la atracción que ejercía Sudamérica sobre esos flujos migratorios, dadas las obvias afinidades culturales y lingüísticas. Fue justamente en 1914, además, cuando se registró la proporción más alta de población alóctona en la Argentina: según el tercer Censo Nacional, realizado ese año, los habitantes no nacidos en el país constituían casi un tercio de la población total (el 30,3%) y se concentraban en la capital y las provincias aledañas de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe, tanto en las colonias agrícolas previstas por Avellaneda como en las ciudades (sobre todo, las portuarias) que se encontraban en proceso de rápido crecimiento y modernización.

La concentración proporcional de población alóctona fue peculiarmente alta en la región conocida como sudoeste bonaerense (i.a. Cernadas de Bulnes y Marcilese, 2007), que ocupa el cuadrante sudoccidental de la provincia de Buenos Aires y que, a finales del siglo XIX, constituía una zona de frontera interna entre la avanzada de la organización estatal y la población indígena. Esa especial concentración se puede apreciar en los resultados del Censo de 1914, que registró un 40,7% de población extranjera en la región y un 50,4% en su principal centro urbano, la (portuaria) ciudad de Bahía Blanca, apodada por entonces “la California del sur” (Ribas y Tolcachier, 2012).

Los diversos grupos inmigratorios se diferenciaron notoriamente entre sí, pero sobre todos ellos actuaron las políticas lingüístico-educacionales asimilacionistas propugnadas por el Estado argentino (Di Tullio, 2003). A tales políticas se sumó el incentivo de la funcionalidad de un manejo eficiente del español, de utilidad para el ascenso socioeducacional, para impulsar la operación generalizada –aunque con ritmos y grados variables– del desplazamiento de las lenguas de origen.

El conocimiento de estos procesos de mantenimiento y cambio de las lenguas migratorias en el país fue iniciado por los estudios llevados a cabo por María Beatriz Fontanella de Weinberg (1978, 1979) y su equipo (Fontanella de Weinberg et al., 1991), cuyas indagaciones se centraron –por la mencionada proporción de población inmigratoria y la complejidad del multilingüismo resultante– en el sudoeste bonaerense. Estas investigaciones pioneras tuvieron continuidad hasta el presente (i.a. Rigatuso, 2021; Lasry, 2023), con estudios de grupos de distinta procedencia e, incluso, de una misma en radicaciones o cortes temporales diferentes (Hipperdinger, 2017, p. 47). Tanto por sus propias características demográficas como por este cuerpo de conocimiento acumulado, así, el sudoeste bonaerense es una “ventana” privilegiada a la evolución del multilingüismo inmigratorio en la Argentina.

Los resultados del conjunto de las investigaciones desarrolladas al respecto han revelado que, si bien con grados dispares de aceleración en el proceso, en las comunidades migrantes afincadas en la región se operó, transversalmente, una sustitución de las lenguas de origen por el español. Dichos estudios mostraron, asimismo, que el proceso de cambio de lengua fue liderado por la inmigración de procedencia sudeuropea y, principalmente, por la proveniente de Italia que se radicó en Bahía Blanca. La conservación más prolongada de la lengua de origen tuvo lugar, en cambio, en comunidades asentadas en colonias agrícolas y, sobre todo, en las constituidas por inmigrantes de otras regiones de Europa, hablantes de lenguas más distantes del español; ese es el caso de las colonias alemanas del Volga de la región, en el actual partido de Coronel Suárez. Los grupos migratorios italiano y alemán del Volga son, además, los que han liderado la inmigración regional no hispanohablante en términos de relevancia numérica (Fontanella de Weinberg, 1979, p. 7), y es a ellos a los que mayor número de estudios se han dedicado, tanto en tiempos de los aportes iniciales (Cavallo, 1973; Fontanella de Weinberg, 1984) como en la actualidad (Hipperdinger, 2022; Lasry, 2023).

Los últimos estudios realizados sobre la evolución del multilingüismo inmigratorio en el sudoeste bonaerense muestran que, aun en el marco del desplazamiento referido de las lenguas de origen, es patente una crecientemente generalizada revalorización de los respectivos orígenes, extendida a jóvenes descendientes. Esto ha sido observado en estudios desarrollados, una vez más, sobre los casos de la inmigración italiana y alemana del Volga. Desde el punto de vista cultural, esa revalorización es fácilmente corroborable: solo por ejemplo, son sus indicadores el crecimiento y el fortalecimiento de las agrupaciones étnicas, con actividades de diverso tipo de amplia difusión –en especial, por medios virtuales–, así como el incesante aumento de los eventos festivos que recuperan gastronomía y música típicas de las distintas colectividades (Hipperdinger, 2016, p. 103ss. y Rigatuso, 2021, p. 378ss., respectivamente). Desde el punto de vista lingüístico, y aunque no hay indicios (o, por lo menos, no todavía) de una reversión del desplazamiento de las lenguas inmigratorias, pueden no obstante mencionarse algunas innovaciones. Por ejemplo, entre descendientes de la inmigración italiana hay iniciativas de promoción cultural e incluso algunas de promoción lingüística (Lasry, 2023, p. 66 et alibi) y entre descendientes de alemanes del Volga, en el marco de lo que Ladilova (2012, 2017) llamó el ethnic revival actual de la comunidad, la valoración de la variedad vernacular de origen es consensualmente positiva (Ladilova, 2012, p. 94ss.), en contraste con la gama de actitudes comparativamente más amplia registrada en el pasado (i.a. Cavallo, 1973, p. 7).

2.2. Orgullo y vergüenza

A descendientes de italianos y alemanes del Volga radicados en el sudoeste bonaerense corresponden, también, los testimonios que han dado lugar a la elaboración de este artículo. El hallazgo de la peculiar confluencia de orgullo y vergüenza que enfocamos, empero, no resultó de una investigación planificada sobre aspectos afectivos en las trayectorias lingüísticas de estos grupos: antes bien, fue el producto imprevisto de los contactos que establecimos con descendientes de inmigrantes para interesarlos por el registro de los vernaculares inmigratorios (mediante el uso propio o el de miembros de sus familias), como colaboración con el trabajo de documentación de hablas dialectales italianas y alemanas de sendos proyectos internacionales con los que colaboramos.1 Entre las personas con las que nos comunicamos a tal efecto, varias destacaron, junto con un orgullo por su ascendencia congruente con lo que llevamos expuesto, un sentimiento de vergüenza en relación con no haber conservado las lenguas de migración, y haber reparado en ello constituyó el germen de este trabajo.

Con el fin de corroborar la reiteración de esas manifestaciones, procuramos la elicitación de valoraciones sobre el curso del proceso respectivo y de la propia competencia lingüística entre descendientes de ambos grupos inmigratorios. Lo hicimos mediante conversaciones no pautadas que llevamos adelante, entre 2023 y 2024, hasta completar una muestra equilibrada de 48 descendientes de ambos grupos, compuesta por personas de distinto género y con orgullo manifiesto o no por su pertenencia al colectivo migratorio: 24 de estas personas (12 por cada ascendencia) declararon disponer de un conocimiento de la lengua migratoria que les permitía cuando menos algún uso comunicativo no formulaico, mientras que otras 24 (también, 12 por cada ascendencia) declararon poseer un conocimiento solo pasivo o limitado a secuencias preformuladas y palabras aisladas. De estas personas, 8 refirieron la vergüenza que nos interesa, lo cual corrobora la recurrencia de su manifestación. Además, esas 8 personas comparten características comunes: ninguna se reconoce un dominio de la lengua inmigratoria que le permita su uso comunicativo y todas muestran orgullo por su origen.

Son ejemplo de lo expuesto las siguientes declaraciones recogidas entre descendientes de alemanes del Volga:2

(1) Es una lástima que se haya dejado perder. Yo tengo todos mis apellidos alemanes y cuando me preguntan “¿hablás alemán?” y tengo que decir que no me da mucha vergüenza.

(2) Toda la cultura sigue: están las comidas, la música, las fiestas. Se hace turismo a las colonias. Y teniendo todo eso, y con lo que me gusta, no sé hablar alemán. Es una vergüenza.

(3) Aprendí algo de alemán de escuchar a mi mamá, sobre todo. [...] Pero no me animo a largarme a hablar, porque sé muy poco. Eso me da vergüenza.

Como se puede ver, la primera declaración presenta la limitación en el dominio del alemán como una consecuencia de hechos externos, de los que quien reflexiona no se siente agente: lo muestra la elusión de personalización en “se haya dejado perder” y la obligación a la que se remite ante la insidiosa pregunta de si habla alemán (“tengo que decir que no”). En la segunda declaración, el conflicto se presenta personalizado (“me gusta” pero “no sé”). La personalización es todavía más acusada en la tercera declaración, que prácticamente adopta la forma de una confesión: la de una autoinhibición asentada en el reconocimiento de la limitación propia en el dominio del alemán, en combinación con una idea purista de que hablar otra lengua equivale a “hablarla bien”. Por encima de esas diferencias, no obstante, en todos los casos la vergüenza que se invoca se vincula con la falta de dominio de la lengua inmigratoria del grupo al que, simultáneamente se reivindica pertenecer.

La siguiente declaración muestra exactamente lo mismo en el caso de una descendiente de italianos:

(4) Italia es lo más. [...] El italiano también me gusta mucho, me gustaría saber hablar. Si pudiera aprendería, porque es una vergüenza.

Es de notar que las referencias a la vergüenza que enfocamos suelen vincularse a denominaciones de las lenguas en cuestión que sugieren su concepción como diasistemas (el alemán, el italiano): de los testimonios arriba consignados, por ejemplo, puede inferirse que los hablantes aseveran no hablar ninguna variedad de alemán. Sin embargo, hemos registrado también referencias expresas a la vergüenza por no hablar, en particular, las variedades dialectales de los orígenes familiares. Lo muestra la siguiente declaración de una descendiente de italianos:

(5) Italiano sé un poco, pero es un papelón si te dicen algo en dialecto y “cri cri”.3 La verdad, se nos tendría que caer la cara de vergüenza.

Sin duda, ameritan estudio tanto esta diferencia en la conceptualización de qué se debería saber hablar para neutralizar la vergüenza (¿el dialecto de origen?, ¿el estándar correspondiente?) como las eventuales diferencias entre grupos étnicos (y aun entre géneros) en la proclividad a ella. Prevemos desarrollar próximamente estrategias heurísticas apropiadas para la investigación de esas derivaciones, limitándonos aquí a verificar el carácter no idiosincrásico de las manifestaciones que nos interesan.

Al mismo tiempo, y en relación con las condiciones psicosociales respectivas, nos pareció relevante asegurarnos de que tales manifestaciones pueden ligarse a los actuales procesos de revalorización descriptos, asegurándonos de su novedad. A tal fin, revisamos todas las contribuciones publicadas hasta la fecha sobre los procesos de conservación y desplazamiento de las lenguas de origen en las colectividades inmigratorias radicadas en el sudoeste bonaerense desde la etapa “aluvial”. Especialmente, atendimos a aquellas en las que se hubieran consignado declaraciones de consultantes, lo cual abarcó tanto estudios sobre las comunidades alemana del Volga (i.a. Cavallo, 1973; Feick, 2007; Ladilova, 2012, 2017) e italiana (Blanco, Rigatuso y Suardíaz, 1982; Fontanella de Weinberg, Blanco, Rigatuso y Suardíaz, 1991; Rigatuso y Suardíaz, 1996; Lasry, 2014, 2023) como sobre colectivos hablantes de idish (Virkel de Sandler, 1991) y danés (Rigatuso, 1982, 2005). En los testimonios a los que accedimos mediante esa revisión encontramos referencias a un sentimiento de vergüenza, pero siempre en relación con hablar la lengua del grupo. En el caso de la comunidad alemana del Volga, por ejemplo, Cavallo (1973, p. 3) registró en una colonia sudbonaerense la expresión “[c]uando nos oyen hablar, se ríen”,4 humillación por la burla que se ha registrado también en estudios sobre varias otras comunidades alóctonas radicadas en la Argentina, en testimonios de descendientes de migrantes judíos hablantes de ídish, croatas, sirio-libaneses, gallegos y polacos citados, respectivamente, por Skura y Fiszman (2008), Suárez (2007, p. 306), Bérodot y Pozzo (2011, p. 3), Gugenberger (2011, p. 128) y Porada (2018, p. 91). El sostenimiento de tal sentimiento inhibitorio fue incluso testeado de manera específica en una encuesta sobre el mantenimiento lingüístico de los alemanes del Volga, diseñada sobre observaciones previas propias, en la que Ladilova (2012, p. 101) incluyó la siguiente afirmación: “Me da vergüenza cuando se habla el dialecto [alemán de origen] en presencia de personas que no son alemanes del Volga”. Las personas que manifestaron su acuerdo con la afirmación alcanzaron a la sexta parte de la muestra.

En cambio, y frente a ese sentimiento inhibitorio tan frecuentemente expresado, no hallamos menciones previas a la vergüenza de no hablar la lengua inmigratoria. Lo más próximo que encontramos es la declaración siguiente, en la que, respecto de lo que se siente como limitación, una joven descendiente del mismo grupo manifiesta pesar:

(6) [...] yo me siento reorgullosa de tener..., de ser descendiente de alemanes y me da pena, porque me da pena, no saber hablar bien alemán (Feick, 2007, p. 87).

El sentimiento de pesar referido no es estrictamente equivalente a la “nueva” vergüenza que nos interesa pero, obviamente, es compatible con ella. Además, en este y en todos los casos en los que registramos la manifestación de esta última resalta, por igual, la estima que quienes se expresan otorgan a los orígenes migratorios asociados a la lengua que no les fue transmitida: la “nueva” vergüenza no existe sin orgullo. De hecho, depende tanto del sentimiento de orgullo como de la imposibilidad de un dominio activo de la lengua de origen, lo cual revela la importancia de contar con taxonomías del bilingüismo social que comprendan tanto la dimensión cognitiva como la afectiva, convergencia de la que nos ocupamos en el apartado que sigue.

3. Tipos de bilingües (y bilingües de todo tipo)

Ya desde los albores de los estudios sociales del lenguaje en la década de 1950, el contacto lingüístico, como fuente de variación y de cambio, ocupó un lugar central. La diferenciación de los hablantes por su dominio relativo de las lenguas en contacto ha venido siendo, desde entonces, objeto de múltiples visiones y propuestas, y las taxonomías resultantes son asimismo divergentes. Esto añade una dificultad a los estudios sobre desplazamiento lingüístico, que –ante la necesidad de trabajar con alguna para dar sustento a comparaciones entre hablantes que permitan detectar cambios de lengua en marcha– deben empezar por tomar decisión entre ellas.

Una de las clasificaciones de tipos de bilingües más conocidas (y subsiguientemente reelaboradas) es la presentada en el libro señero de Uriel Weinreich (1953), aporte fundacional a los actuales estudios de contacto de lenguas. Con un criterio de clasificación basado en nociones centrales al estructuralismo, por entonces dominante en la escena académica, Weinreich propuso distinguir entre bilingüismo coordinado, compuesto y subordinado, atendiendo a que la persona en cuestión dispusiera –respectivamente– de signos completos en cada una de las lenguas involucradas, de significantes diferentes en cada una pero sin una diferenciación equiparable a nivel de los significados o, en la de dominio más limitado, solamente de significantes para remitir a los signos de la otra. El libro de Weinreich puede verse también como un aporte precursor a los estudios sociales del lenguaje en general, por considerar insuficientes las consideraciones formales para hacer previsiones sobre la evolución de cualquier fenómeno de contacto: enfrentando esa pretensión, Weinreich destacó la necesidad de tomar en cuenta no solo los factores “internamente” lingüísticos sino también factores sociales “externos” (1953, p. 62). Sin embargo, y según puede apreciarse, el criterio en el que se asienta su clasificación de tipos de bilingües solamente atañe a la composición “interna” (idiolectal, en este caso) de los sistemas lingüísticos en juego.

La clasificación de los tipos de bilingües pasó a basarse en criterios “externos” en el marco de la naciente psicolingüística, cuando Susan Ervin y Charles Osgood (1954) dieron a conocer una clasificación, igualmente influyente, que simplificaba el número de tipos distinguibles y empleaba –bajo la impronta del conductismo, preeminente en la psicología norteamericana de la época– un criterio más sensible a la observación directa. Así, remitiendo la clasificación del bilingüismo individual a las condiciones de exposición y oportunidades de uso sociales, Ervin y Osgood propusieron considerar bilingüe coordinado a quien ha adquirido y usa sus lenguas en contextos distintos y bilingüe compuesto a quien las ha adquirido en un mismo contexto y las usa, en él, alternativamente.

En la década siguiente, los estudios de contacto lingüístico se vieron impulsados por el crecimiento de la joven sociolingüística, no solo en la vertiente microanalítica en la que se inscribe el referido libro de Weinreich sino también en la macroanalítica, vinculada directamente con nuestro interés en este artículo. La vertiente macroanalítica, o de sociología del lenguaje, adoptó entre sus objetos de atención principales –con el impulso de Joshua Fishman, que ya destacamos– los procesos de conservación y desplazamiento lingüísticos, con eje en la evolución de situaciones de bilingüismo comunitario y en especial, de comunidades migrantes (i.a. Fishman, 1966). La investigación de esos procesos puso en primer plano la necesidad de contar con clasificaciones de tipos de bilingües aplicables a escala comunitaria, ya que de la comparación intergeneracional de su dominio interlingüe relativo pasó a depender el diagnóstico mismo de la estabilidad o transitoriedad del bilingüismo social.

Entre las clasificaciones que fueron propuestas por entonces para su aplicación a esa evaluación cabe destacar la de Joan Rubin (1968), diseñada para el estudio del bilingüismo social en Paraguay. Rubin consideró bilingüe coordinado a quien puede hablar dos lenguas con fluidez equiparable, bilingüe subordinado a quien puede hablar las dos, pero en una no tiene la misma fluidez que en la otra, y bilingüe incipiente a quien puede emplear con eficiencia solo una, aunque entienda parcialmente la otra y hasta pueda producir algunas palabras o frases. Si bien el trabajo de Rubin implicó el contacto del español con el guaraní, una lengua autóctona, su clasificación fue aplicada igualmente al estudio de procesos de mantenimiento y cambio de lenguas alóctonas y, entre ellas, al de las lenguas de migración en la Argentina (e.g. Fontanella de Weinberg et al., 1991).

Inquietudes similares a las hasta aquí reseñadas, aunque con decidido énfasis en el desplazamiento lingüístico operado a expensas de la extensión del uso de lenguas nacionales, llevaron asimismo al desarrollo de estrategias de indagación sobre la estabilidad o desbalance del bilingüismo social en la sociolingüística desarrollada al otro lado del Atlántico, iniciada por Lluís Aracil (1966). También en su marco se generaron clasificaciones de tipos de bilingües pasibles de aplicarse a escala comunitaria en el estudio empírico de procesos de minorización lingüística, y en una nos detendremos: la clasificación propuesta por Robert Lafont (1971) para el estudio de la situación de retracción del occitano en el sur de Francia, a la que nos referimos en la Introducción. Esta clasificación, cuya difusión ha sido comparativamente acotada, incluye una categoría exclusivamente aplicable a los procesos de desplazamiento lingüístico: la de posthablantes. La consiguiente especificidad de esa clasificación, a la que nos referiremos seguidamente, la distingue de las caracterizaciones de tipos de bilingües más extendidas, como las que previamente comentamos y otras posteriores (v. Montrul, 2013, p. 7ss.), y la vuelve de interés para la investigación de tales procesos.

La clasificación de Lafont incluyó cinco tipos de hablantes, distinguidos según su dominio relativo de occitano y francés:

a) hablantes de tiempo completo, que desarrollan en occitano su vida cotidiana y reservan el francés para la comunicación extracomunitaria;

b) hablantes parciales, que manejan eficientemente el occitano pero lo emplean solo ocasionalmente;

c) hablantes posibles, que no hablan eficientemente el occitano pero lo entienden sin esfuerzo y pueden emplearlo si lo necesitan;

d) posthablantes, que no hablan el occitano pero lo tienen como “sustrato” por experiencia familiar y –aunque sea con esfuerzo– pueden entenderlo en algún grado;

e) no hablantes, que no han tenido esa experiencia ni han establecido con el occitano relación alguna.

Así, son posthablantes quienes cuentan entre sus experiencias tempranas la exposición a la que actualmente suele llamarse (sobre todo en el contexto académico norteamericano) una lengua de herencia, entendiendo por tal aquella lengua de transmisión tradicional, distinta de la hegemónica, a la que miembros de un grupo minoritario han tenido exposición en el curso de su socialización primaria (Pascual y Cabo y Torres, 2022, p. 1).5 Según Lafont, la categoría de posthablantes se vincula de modo esperable solamente con alguna competencia pasiva, pudiendo extenderse esa potencialidad, según otros estudios que remiten a la misma categoría (e.g. Scherlis, 202, 13), a la producción de algunas palabras.6 En términos de dominio interlingüe relativo, así, la categoría es en principio parangonable a la de bilingüe incipiente de Rubin, con el añadido, para la primera, de remitir a la inseparabilidad entre ese limitado grado de dominio y la situación sociolingüística que le ha dado origen: no es posthablante alguien que apenas ha tenido experiencia con una cierta lengua en cualquier circunstancia, sino quien la ha tenido tempranamente con una lengua de herencia.

Para Lafont, la categoría de posthablantes se distingue de la de no hablantes, además, por su ventaja comparativa ante la eventual promoción glotopolítica de una bilingualización francés-occitano, ya que tales hablantes no partirían “desde cero” en la procuración del dominio activo del occitano. Al retomar la clasificación de Lafont para su aplicación a procesos de mantenimiento y cambio de lenguas de migración, en cambio, Kremnitz (2021) enfatiza sobre todo el componente afectivo implicado en la construcción identitaria de quienes pueden encuadrarse en esta categoría: se trata de personas que, si bien sin un uso comunicativo de la lengua de sus generaciones ascendientes, la valoran y la implican en la visión de su propia historia, personal y/o familiar.7 Esto último reviste importancia per se, por cuanto el detalle de los aspectos afectivos no suele ser considerado en el estudio de los procesos de mantenimiento y cambio de lengua, e importancia específica para el caso que nos interesa, en el marco del desplazamiento comunicativo de lenguas de migración en la Argentina, ya que la caracterización respectiva coincide estrictamente con la descripción de los hablantes que manifestaron la “nueva” vergüenza a la que nos referimos en la sección precedente de este artículo.

4. Más sobre la vergüenza de no hablar

Según llevamos dicho, la tradición norteamericana del estudio de los procesos de mantenimiento y cambio de lengua se constituyó en el marco de la sociología del lenguaje y de la atención a la inmigración masiva. En esa tarea, la consideración de los aspectos demográficos, económicos y políticos pertinentes resultó priorizada, con una consiguiente subalternización comparativa de los aspectos subjetivos (quizá acusando también la influencia del conductismo y su énfasis en lo observable). El lugar típicamente reservado a tales aspectos fue el de las actitudes lingüísticas de los hablantes, esto es, sus creencias y/o valoraciones relativas a las lenguas en contacto. La tradición europea sobre estos procesos se configuró, en cambio, estudiando el desplazamiento de lenguas preexistentes a la expansión de las lenguas nacionales y conceptualizándolo, comúnmente, como una “lucha de lenguas” en un cierto territorio (e.g. Doppelbauer, 2006). El interés de la sociolingüística europea por los factores de incidencia más general, o superestructurales, se vinculó con las experiencias personales mediante el constructo de la ideología, y en particular (sobre todo a partir de Ninyoles, 1969) mediante el del autoodio: la convicción de un individuo, estratégicamente inducida, de que su pertenencia etnolingüística le representa un perjuicio. A la extensión de ese convencimiento en un grupo se puede atribuir el desplazamiento de una lengua así disvalorada, en la medida en que sus hablantes pueden, en el intento de mejorar su estatus social, dejar de hablarla.

Como puede verse, estas aproximaciones no desconocen los aspectos afectivos, pero tampoco los consideran en detalle: se prioriza su valor conativo y, por lo mismo, se entienden relevantes solo cuando confluyen en tendencias. Es probable que a ello se deba que los sentimientos individuales se encuentren escasamente documentados, con la sola excepción del que parece ser el más extendido: la vergüenza, producto de una disvaloración externa que tanto puede ser asumida como resistida (por lo que puede tanto coincidir con el autoodio como distar de él).

En territorio americano, la vergüenza suele aparecer en reflexiones explícitas de miembros de comunidades preexistentes a la expansión colonial primero, y nacional después, del español (e.g. Tenorio Tovar, 2021). Esa mortificación deriva de una disvaloración de lo que se habla que, metonímicamente, se transfiere a quien lo habla, y supone la reprobación de una mirada ajena a la identidad etnolingüística de quien la recibe: una mirada reprobatoria que, por lo común, busca la legitimación de su pretensión de superioridad en la mayoría, y que suele ser naturalizada por quienes la sufren. Tal vergüenza de hablar se extiende incluso más allá de las lenguas minorizadas, ya que son constatables visiones deslegitimadoras semejantes respecto de qué hablan otras personas, o de cómo lo hacen, también respecto de lo que se entiende como no “hablar bien” la propia lengua materna, por no manejar la variedad estándar (i.a. Speranza, 2019),8 o cualquier lengua distinta de la materna que goce de alta estima social.9 De acuerdo con estas visiones, las variedades lingüísticas se ordenan jerárquicamente por su supuesto valor y, además, ese valor se transmite a quienes las hablan, a su favor si hablan “bien” una lengua prestigiosa y en su contra, si no.

Pero si esta vergüenza de hablar es bien conocida, no lo es la mortificación por las razones contrarias, esto es, no por hablar algo que –o de un modo en que– el conjunto social no valora, sino por no hablar algo que, sea o no valorado fuera de la propia comunidad de referencia, lo es en ella y, principalmente, por la propia persona involucrada, que es la vergüenza que enfocamos aquí. Según llevamos dicho, esta última la encontramos circunscripta a quienes son caracterizables como “posthablantes conscientes de su pasado” (Kremnitz, 2021, p. 52): personas que no se reconocen ningún dominio activo de la lengua migratoria pero que manifiestan un vínculo emocional con sus orígenes y los reivindican. Esas personas suelen referir nostalgia de una lengua que no les fue transmitida y cuya presencia en sus vidas es, al decir de Kremnitz (p. 55), “fantasmática”. Según el mismo autor, tal presencia puede incluso considerarse “mítica” cuando la representación que se sostiene no coincide con el vernacular efectivamente hablado por quienes migraron oportunamente. En el sudoeste bonaerense, ejemplifica esa representación “mítica” el caso de descendientes de migrantes provenzales radicados en la década de 1880 en el actual partido de Saavedra que, en su construcción de la historia lingüística familiar, se referenciaron exclusivamente en el francés, obviando el occitano (Novak Merquel, 2021). En tales construcciones puede incidir la imprecisión en el conocimiento de los propios orígenes –lingüísticos, en este caso–, que ha sido reiteradamente señalada entre descendientes de la migración “aluvial” (e.g. Ladilova, 2012, p. 108ss.); igualmente, el hecho de tomar como punto de referencia un estándar con funciones oficiales puede también vincularse con la común identificación de un origen nacional con una lengua, como naturalización de la concepción homogeneizadora modelada por el paradigma monolingüe, tan exitoso en la Modernidad.

Se trate o no de un “mito”, es indudable que una valoración como la descripta de una lengua que no se maneja puede ser un poderoso impulsor para procurar su dominio (sobre todo cuando esa procuración es más asequible, como lo es por medio del aprendizaje formal). Así lo evidencian, por ejemplo, las declaraciones recogidas por Fischman (2023) en una consulta a estudiantes de un curso formal de ídish por sus motivaciones para emprender ese estudio: la mayoría se fundamentó en razones afectivas, incluyendo la vinculación explícita con la propia infancia y los lazos familiares ascendentes. Entre las personas que consultamos, no obstante, quienes refieren sentir la vergüenza que nos interesa generalmente no buscan reducirla mediante la bilingualización. Cerramos este artículo hipotetizando que, así como la experiencia de la vergüenza de hablar fue supraindividual, la de no hablar también lo es y las declaraciones enfocadas recogen, antes que una mortificación personal que podría revertirse mediante un esfuerzo igualmente personal, una forma más o menos cristalizada de expresar una evaluación negativa del desplazamiento en el que ha resultado el proceso general de mantenimiento y cambio de las lenguas de la migración “aluvial”.10

5. Conclusiones

En este artículo nos hemos ocupado de la vergüenza de no hablar una lengua étnica, contracara de la vergüenza largamente registrada por hablar alguna. En el caso de descendientes de inmigrantes de la etapa de ingreso masivo de población alóctona a la Argentina, constatamos que esa vergüenza “inversa” es un emergente actual de proceso de desplazamiento de las leguas de origen, ya que no fue registrada en etapas anteriores, y que es expresada por descendientes de inmigrantes que resultan encuadrables en la categoría de posthablantes postulada por Lafont (1971). Documentamos esa peculiar vergüenza de no hablar mediante declaraciones obtenidas de manera directa entre descendientes de inmigrantes, y con ello avalamos la pertinencia de la propuesta de Kremnitz (2021) de extender la aplicación de la categoría de posthablantes a situaciones de migración.

Paralelamente, el trabajo desarrollado ha abierto diversos interrogantes, como el atinente a la distribución de esa “nueva” vergüenza de acuerdo con la pertenencia de las personas que la manifiestan a diferentes grupos etnolingüísticos, así como con otras variables de incidencia posible (el género, por ejemplo). Entre esos interrogantes, empero, la mayor atención la reclama la aparente inconsistencia entre referir como limitación vergonzante la falta de dominio eficiente de la lengua de herencia y no buscar superarla aumentando ese dominio. Al respecto, hipotetizamos que la inconsistencia señalada no es sino el emergente discursivo de una nostalgia irresoluble: la añoranza de lo que no fue, visto con el fatalismo que resulta de haber naturalizado la ruptura de la transmisión intergeneracional, a partir de la transversalidad intergrupal que su operación ha tenido en la Argentina. Avanzar sobre los interrogantes abiertos y procurar la corroboración de esta hipótesis, en particular, serán tareas de la ampliación futura de esta investigación.

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*Yolanda Hipperdinger es Licenciada y Doctora en Letras por la Universidad Nacional del Sur (UNS), en ambos casos con orientación en Lingüística. Es Investigadora Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y se desempeña como Profesora Asociada en la UNS. Se especializa en sociolingüística y contacto lingüístico y cuenta con numerosas publicaciones sobre temas de su especialidad, incluyendo cuatro libros de su sola autoría. Presidió la Sociedad Argentina de Lingüística (2014-2016) y fue coeditora general de la Serie de Volúmenes Temáticos de esa institución (2016). Fue Coordinadora del Área de Ciencias Humanas del Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (2023) y del Programa de Políticas Lingüísticas de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (2021-2024), así como directora (en el mismo período) de la Revista Digital de Políticas Lingüísticas.


  1. En 2018, colaboramos en tal sentido con el Dr. Franceso Ciconte, representante del proyecto Microcontact. Language variation and change from the Italian heritage perspective (Universiteit Utrecht); entre 2021 y 2022, colaboramos de igual modo con el equipo de investigación liderado por la Dra. Renata Szczepaniak (Otto-Friedrich-Universität Bamberg), especialmente en el marco del proyecto Internationales Netzwerk zur öffentlichkeitswirksamen wissenschaftlichen Aufbereitung der Schriftzeugnisse deutscher Sprachminderheiten in Argentinien, coordinado por la Dra. Angélica Prediger.↩︎

  2. Los ejemplos (1) a (5) corresponden al registro de emisiones orales, que se han transcripto según las normas gráficas españolas y con empleo de cursiva para el resaltado de los pasajes más pertinentes para la discusión. En el caso de los ejemplos tomados de publicaciones de otros autores que se consignan más adelante, el resaltado mediante cursiva es siempre nuestro.↩︎

  3. En relación aquí con la imposibilidad de responder, es una alusión al silencio la expresión “cri cri”, onomatopeya del sonido producido por los grillos, audible en el silencio de la noche.↩︎

  4. Recientemente, Avellana (2024, p. 5) registró, en una colonia entrerriana de la misma comunidad, un recuerdo actual de vivencias escolares infantiles que destaca “la vergüenza de hablar atravesado”.↩︎

  5. Cabe señalar, no obstante, que quienes son clasificables como hablantes de herencia pueden tener diversos grados de dominio de la lengua “heredada”, por lo que esa caracterización no se solapa con la propuesta por Lafont para los posthablantes: su categoría de hablantes posibles, por caso, quedaría igualmente incluida en la de hablantes de herencia.↩︎

  6. Para remitir a un grado de bilingüismo semejante, también en situaciones de retracción de uso comunitario de una lengua, llegó a ser relativamente frecuente en las décadas de 1980 y 1990 hablar de semihablantes, categoría propuesta por Dorian (1980 et alibi) que actualmente no suele invocarse, en vistas de su implícito carácter normativista.↩︎

  7. Remitimos adicionalmente en este punto a la progresiva extensión, en el campo de los estudios de lenguas minorizadas, de la caracterización de un nuevo perfil de hablantes, con decisiones motivadas igualmente por tal valoración simbólica: los llamados neohablantes (e.g. Ramallo, Amorrortu y Puigdevall, 2019), que se caracterizan por haber accedido a esas lenguas, por decisión deliberada, en ámbitos externos a la propia familia.↩︎

  8. En las situaciones de migración en la Argentina son también comunes tales visiones disvalorativas cuando las variedades lingüísticas de origen se organizan no solo horizontal sino también verticalmente, es decir, dando primacía a alguna. Ejemplifican esto las relaciones entre los dialectos de la Península Itálica y el habla vernácula de los alemanes del Volga con el italiano y el alemán estándar, respectivamente, a los que se les atribuyen con frecuencia, al interior de esas comunidades, los calificativos de “puro” o “verdadero” (Fontanella de Weinberg, Blanco, Rigatuso y Suardíaz de Antollini, 1991, p. 48; Cipria, 2007, p. 17; Ladilova, 2012, p. 218).↩︎

  9. Evidencian esto último los mordaces comentarios que circularon por los medios de comunicación masiva argentinos respecto de un dominio del inglés considerado “imperfecto” de dos funcionarios gubernamentales, en ocasión de sendos discursos públicos que ofrecieran en esa lengua (e.g. Papelón de Victoria Donda en la ONU…, 2021; y Video: el discurso en inglés de Santiago Cafiero…, 2022).↩︎

  10. No descartamos la posibilidad de que la vergüenza a la que nos referimos en este artículo pueda constatarse también entre descendientes de migraciones distintas de la “aluvial”, o de miembros de minorías autóctonas. Confiamos en el desarrollo de investigaciones sobre ellas actualmente en curso para disponer de información al respecto.↩︎