A lo largo de toda su vida, Ricoeur se ha reconocido como heredero de la fenomenología iniciada por Edmund Husserl, y se ha apoyado en la línea continuada por Martin Heidegger. Más allá de las diferencias que separaron a estos últimos, ambos filósofos coincidían acerca de la cesura ontológica existente entre la filosofía y las disciplinas fácticas, y que la primera es más fundamental que las demás. Las ciencias se encuentran restringidas a una región material determinada. Las ciencias no son las que definen la región, sino que, por el contrario, es la región la que determina su objeto de estudio y su metodología. En este sentido, no le corresponde a las ciencias llevar a cabo reflexiones epistemológicas o metodológicas. Ellas no se encuentran en condiciones de reflexionar en un nivel meta-disciplinar acerca de las condiciones conceptuales-contextuales en las que llevan a cabo su trabajo. Le corresponde a la filosofía la producción de un discurso de segundo grado que dé cuenta de los pilares teóricos de cada disciplina, así como de sus consecuencias no mentadas. En ese marco conceptual, no tiene sentido concebir siquiera la posibilidad de que las ciencias establezcan un “diálogo” con la filosofía, la interpelen o la insten a reconsiderar tanto su objeto como sus métodos.
Aún siendo heredero de esta tradición hermenéutico-fenomenológica, Ricoeur rompe con esta tradición, rechazando esta brecha disciplinar. En su lugar, toma a las disciplinas fácticas como interlocutoras y permite que estas enriquezcan el aparato metodológico-conceptual de la filosofía. Como nos lo advierte en su Autobiografía Intelectual: “la filosofía muere si se interrumpe su diálogo milenario con las ciencias” (p.64).
Entre los ejemplos de este intercambio, en su obra La metáfora viva, Ricoeur recurre a la psicología y la lingüística para analizar el uso de la metáfora en el lenguaje y en la vida cotidiana. En Tiempo y narración, Ricoeur utiliza la teoría literaria y la hermenéutica para explorar la relación entre el tiempo y la narración en la construcción del significado. Asimismo, su teoría narrativa puede aplicarse a las artes visuales, como lo encontramos, por ejemplo, en sus consideraciones sobre los autorretratos de Rembrandt, gracias a que consigue identificar las capacidades narrativas de las obras de arte. Por último, en La memoria, la historia y el olvido, se nutre de conflictos tanto legales como morales que debe enfrentar la historiografía como relato memorial de sujetos comunales. Es evidente que la riqueza del pensamiento de Ricoeur desdibuja las fronteras de la filosofía y desafía, en su interdisciplinariedad, los límites de toda academia con el objetivo de inspirar y provocar un diálogo intenso pero amigable entre los diferentes discursos que componen la cultura.
Este número en homenaje a la hermenéutica de Ricoeur justamente destaca el diálogo que el filósofo ha establecido con diversas disciplinas: historia, psicología, neurología, literatura, cine, teología, entre otras. Compartimos su idea de que la filosofía debe atravesar y estar atravesada por una gran variedad de discursos que, entretejidos, den lugar a una rica sintaxis y una fértil semántica filosófica que nos permita abordar la complejidad del mundo que habitamos.
Nos complace enormemente haber podido convocar en este número a investigadores que, en diferentes etapas de su desarrollo académico, han aprovechado la fertilidad de la filosofía de Paul Ricoeur para poder profundizar las reflexiones que guían sus intereses intelectuales. En el presente número, se aborda la iconicidad del tropo metafórico a partir de la noción de “imagen”, especialmente para encontrar un marco teórico de referencia en las derivas contemporáneas de la filosofía y para evaluar su impacto en nuestra manera cognitiva y afectiva de vincularnos con el mundo (Gabriel). La reflexión sobre lo visual se diversifica cuando tomamos la configuración hermenéutica del tiempo y la ponemos a prueba en el análisis de películas. La investigación mostrará la pertinencia de las categorías de Ricoeur así como de la adecuación necesaria que debemos tener en cuenta en la consideración del texto audiovisual (Salas Murillo). Además, se pone de relieve la pedagogía política de Ricoeur, que pone un fuerte acento en la educación formal como formadora de ciudadanía (Lythgoe). También se toma en cuenta la posibilidad de fundamentar una pedagogía hospitalaria, urgente en sociedades “evanescentes”, en la ética ricoeuriana a partir de nociones como reconocimiento e institución (Correa). La noción de reconocimiento será ocasión para pensar la noción de “hombre capaz”, elaborada por Ricoeur especialmente en Caminos de reconocimiento, para dar a la idea de sujeto de derecho un espesor ético y antropológico que comúnmente está ausente en las categorías jurídicas de la subjetividad y la imputabilidad (Gorgoni). Asimismo, recorremos el límite entre el discurso filosófico y el religioso a partir de un análisis de las ideas de libertad, mal y perdón, con el objetivo de mostrar el intercambio dialógico entre ambos discursos (González). Finalmente, se pone el foco en el diálogo entre la narrativa, la neurociencia y la filosofía, teniendo en cuenta las consideraciones ricoeurianas sobre la temática y la necesidad de actualización del abordaje a partir de los avances de las ciencias en las últimas décadas (Delpech).
En sus contribuciones al presente número temático, bajo el título de “El diálogo interdisciplinar de la hermenéutica fenomenológica de Ricoeur” (vol. 20, Nº 1), los/as autores/as se atreven a cruzar de manera creativa la obra del filósofo francés y, así, demostrar su profundidad dialógica. También constituyen un espacio para poner a prueba el alcance de la hermenéutica ricoeuriana y, con ella, del discurso filosófico. Queremos agradecer especialmente a las/os investigadoras/es que participan del presente número, así como al trabajo del equipo editorial permanente de Nuevo Itinerario. Revista de Filosofía. Esperamos prolongar las múltiples reflexiones que la obra de Paul Ricoeur suscita tanto en Europa y América Latina como en el resto del mundo y, de este modo, asegurar la continuidad de su legado filosófico.
Dra. María Beatriz Delpech
Dr. Esteban Lythgoe
Editorxs invitadxs y coordinadorxs