Atenas, entre el amor y la anarquía: la democratización de los placeres y las contingencias de la política popular
DOI:
https://doi.org/10.30972/nvt.0143707Palabras clave:
Atenas, Dêmos, demagogo, amor, anarquíaResumen
En República, Platón describe a la democracia como un régimen anárquico, abigarrado y placentero (hedeîa), porque reparte la misma igualdad para todos. Esto genera un exceso de libertad que conduce a que se pueda hacer lo que se desee (ti bouletai), que Platón al igual que Aristóteles en Política consideran uno de los males principales de la democracia, y que este último explica a partir del hecho de que para la multitud es placentero (hedion) vivir en desorden y no con moderación. Si esta última primara el placer y el deseo quedarían restringidos o incluso anulados. De esta manera, la política democrática se caracteriza por el placer que produce, en tanto que habilita la posibilidad de que se materialice en y por el deseo de cada quien. Esto es lo que se ha planteado, desde diferentes perspectivas, como una erótica de la política (e.g. Victoria Wohl, Love among the Ruins: The Erotics of Democracy in Classical Athens; Andrew Scholtz, Concordia Discors: Eros and Dialogue in Classical Athenian Literature), una de cuyas dimensiones más evidentes es la relación amorosa, símbolo paradigmático de esta intersección entre placer y deseo, excepto que se los controle o se los suprima. Estas alternativas son las que Tucídides encarna en el Discurso Fúnebre que atribuye a Pericles, cuya propuesta de que los atenienses sean amantes (erastas) de la polis remite la cuestión a una entidad abstracta sin que haya placer en ese recurso amoroso. Aristófanes en Caballeros repone el principio del placer-deseo y lo inscribe en los intercambios entre los propios atenienses a partir de la figura del erastês toû démou, jugando con los roles activo y pasivo de las relaciones pederastas y transformando en prostitución la metafórica relación amorosa entre el demagogo y el pueblo. Sobre esta construcción se monta Platón en Gorgias y en Alcibíades I, donde acuña el término demerastês. El recorrido propuesto busca demostrar que todas estas expresiones tratan de des-investir al dêmos de su poder por su falta de cualificación, su mescolanza, su desorden, incapacitado como está de practicar el verdadero amor, en definitiva, por la anarquía que la democracia representa.
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